14 diciembre 2006

Navidad Rococó

Hace poco estuve de visita en casa de mi madre, quien con sus casi 77 años aún se empeña en “buscar oficio” o mejor dicho, excusas para no quedarse quieta un momento. La labor en esta oportunidad era acondicionar el hogar para las fiestas navideñas. Una vez culminada la “decoración” (palabra que, al igual que “adornos” me produce repeluznos) ella, conocedora de mi gusto más bien minimalista me preguntó con un dejo de temor “¿Se ve muy recargado, hijo?”· ¿Qué le iba a decir? Claro que se veía recargado, barroco (casi churrigueresco) y muy kitsch! Pero como no era cuestión de quitarle la ilusión, evadí el punto con una respuesta genérica “Tranquila, mamá, la navidad siempre es recargada”.

De modo que, aunque ya escribí en post anteriores sobre el cachicamerismo venezolano y sobre las costumbres navideñas de esta tierra, propongo ahora una micro lista de elementos “decorativos” y costumbres afines a las fechas decembrinas:



- La corona de luces chirriante: Aunque ya casi no se ven, en los 70s y 80s reinaron en los hogares humildes unos dispositivos circulares de plástico blanco, rodeados de multicolores luces. En el centro, disfrazado dentro de una microcasita, se escondía un bombillo especial que al calentarse producía unos espantosos chirridos que pretendía simular el canto de un pajarillo. En muchos hogares (incluyendo el mío) el artefacto en cuestión se mantenía encendido todo el día, no fuera cosa que los vecinos pensaran que uno no estaba suficientemente consustanciado con el espíritu navideño. Llegar borracho de madrugada a casa y escuchar como primer sonido hogareño ese chirrido que parecía salido de la garganta de un chucky avícola es una de las experiencias más pavorosas que existe.

- Los arbolitos de palo seco bañados de jabón en escama que simula nieve. Otro clásico setentoso, vigente aún en zonas rurales. Si el presupuesto no alcanzaba para comprar un pino plástico (ni soñar con el real), se tomaba un chamizo seco y se recubría con una mezcla de jabón en escamas y agua tibia, que a los ojos pueblerinos simulaba nieve, aunque más parecía un goteante esputo. El resto de la decoración podía incluir las tradicionales bolas, pero también cáscaras de huevo (como remate en las ramas), serpentinas, cuentas plásticas y, hoy en día hasta cds.

- Los San Nicolás bailarines: Estos son más nuevos, y los hay de todos los tamaños, danzando todos los ritmos, con descoyuntado quiebre de caderas o espasmódico aleteo en los brazos. Generalmente se encienden para que la visita los vea, y pasan por las fechas con mas pena que gloria, hasta que al año siguiente (si aun funcionan) son sacados del baúl del olvido en que se arruman todos los chécheres navideños.

- Los soldados en los nacimientos. Los pesebres se prestan para la colocación de una variopinta lista de elementos incongruentes con la escena que se representa. Aparte de la tradicional desproporción entre las casas que son más pequeñas que las ovejas, las lagunas de espejo en la que apenas caben 3 patos amuñuñados y demás violaciones a la geometría cartesiana, suelen aparecer en algunos belenes figuras como G.I. JOE, soldados plásticos apuntando sus fusiles, jirafas, osos polares, elefantes y una cantidad de muñequitos reciclados de juegos infantiles incompletos.

- Los árboles de navidad hechos con tubos vacíos de papel higiénico y alambre. Todo un clásico trash, que suele armarse sobre un ring de bicicleta reciclado, que generalmente muestra aún las abolladuras y deformidades que literalmente lo sacaron de circulación.

- Los atuendos navideños: Se incluyen aquí las gorras en forma de arbol de navidad, el picoso y saunístico disfraz de Santa Claus para niños recién nacidos, las blusas con poinsettias de lentejuela y canutillo, los calzoncillos con renos y muñecos de nieve y toda una exuberante gama de horripilantes prendas que permanecen de enero a noviembre en los más recónditos rincones del armario, y reaparecen en diciembre para tristeza de las polillas y ácaros que las habitan. También pueden incluirse aquí los “souvenirs” como tazas en forma de papa Noel, forros para la tapa del WC con poinsettias plásticas y las pantuflas bordadas con motivos alusivos.

- Los petardos. Al uno acercarse a cualquie recinto religioso en esta época, lo menos que se puede suponer es que los sacerdotes poseen intereses en las fábricas de fuegos artificiales. Cualquier fecha religiosa es celebrada con lanzamiento inmisericorde de ruidosos cohetones. Lo curioso es que todos los años los prohiben… y cada vez hay más.

- Los tarajayos de más de 12 años que fingen creer en el Niño Jesús para que les sigan trayendo obsequios. Estemos claros: Ninguna criatura mayor a los 7 años cree en patrañas de esa especie en pleno siglo XXI. Pero apenas caen en cuenta de la realidad, asumen que es conveniente seguir fingiendo que se cree en la mítica figura (Niño Jesús, San Nicolas, Reyes Magos) que le dejará un obsequio bajo su cama o en el calcetín. La prolongación de esta costumbre lleva a episodios insólitos como los chamos que piden un una laptop, un blackberry o una extensión de la tarjeta de crédito en sus aparentemente cándidas cartas.

- Las misas de aguinaldo como excusa para echarse una pea. La inseguridad en las ciudades grandes ha barrido con la tradicional costumbre de las misas de aguinaldo a las 4 de la mañana. Pero en las ciudades pequeñas, esa tradición se mantiene invicta, y es muy bien aprovechada por los y las adolescentes que con la excusa de ir a la misa de aguinaldo, salen de rumba la noche anterior y se beben hasta el agua de los floreros. Generalmente el acto litúrgico se reduce a pararse en la puerta de la iglesia, para de allí pasar a algún desayunadero y poder irse en paz a dormir toda la mañana, de manera que al otro día se pueda repetir el piadoso acto.

- El amigo secreto: Costumbre frecuente en los ámbitos estudiantiles y laborales, muy vulnerable a la Ley de Murphy. Ello ocasiona que en el sorteo previo siempre resulte que hay que darle obsequios a la persona que más antipática nos resulta en el entorno, y que al final terminemos gastando medio salario en un regalo, para recibir a cambio algo completamente inútil, como una pluma fuente de imitación que se tapa a los 10 minutos de uso, una corbata de tela barata y estampado vomitivo o unos patos de yeso ordinarios y despintados.

- Las comidas de navidad corporativas: Acostumbran ir asociadas al evento anterior, y se prestan para intercambio de chismes y cuchicheos de crítica al vestido de aquella o el traje de éste. Suelen aparecer figuras emblemáticas de estos encuentros, como el gris burócrata que, transformado en Casanova, pretende levantarse a todas las féminas asistentes, el encumbrado jefe que se emborracha y hace el ridículo y la anónima secretaria de lentes gruesos y cuello de tortuga que resulta siendo una enciclopedia de chistes verdes y palabras dignas de un caletero.

- El Espíritu de la Navidad: Rocambolesca ceremonia New Age que ha creado toda una parafernalia comercial a su alrededor, desde las velas con esencia de mandarina hasta las plegarias especiales para tal día. He sabido de más de un conato de incendio doméstico, producido cuando, según la tradición, los deseos para el año venidero deben ser quemados en la vela de mandarina mientras se recita un mantra escrito con letra minúscula en la hoja de instrucciones. Era más fácil cuando bastaba con ir a la misa de gallo el 25!

Los aportes serán gustosamente recibidos! Y, por supuesto, un mensajito navideño:
Gracias por leerme, por sus comentarios, por formar parte importante demi vida. Los mejores augurios para estas navidades y muchos abrazos virtuales!

03 diciembre 2006

Incertidumbre

Ya voté. Lo que en algunos países (y en el pasado Venezolano) constituye una mera elección entre las propuestas e ideas de uno u otro postulante se ha transformado, en este caso, en una especie de parteaguas de la vida futura en Venezuela.

Soy de los que bajo ningún concepto considero favorable el capitalismo de estado, creo que los militares no están capacitados para ejercer el gobierno en sociedades que han salido del primitivismo, y juzgo como insano el hecho de que una misma persona se perpetúe en el poder absoluto por más de 4 o 5 años.

Por supuesto, tratar de explicarle los fundamentos de ese pensamiento a Yuderkys, que es semianalfabeta, tiene 5 hijos de 5 padres distintos y funciona como persona bajo la casi exclusiva motivación de proporcionar el sustento a sus hijos es una tarea harto difícil. A Yuderkys la convence más quien le regale una bolsa de arroz a la semana y se identifica con quien dice odiar a aquellos que tienen una vida próspera, como ella los odia en su mundo de telenovelas que no entiende de macroeconomías; esperando que un día llegue el príncipe azul que la llevará de marginada a damisela en un abrir y cerrar de ojos.

En Venezuela la clase dirigente permitió por mucho tiempo la multiplicación exponencial de las Yuderkys. Y en lugar de ofrcérsele alternativas, se les cosolidaban sus viviendas de risego en barrios de invasión, no se les concienciaba sobre la planificación familiar ni se les estimulaba a ser productoras de propsperidad y calidad de vida más que simples reproductoras de genes.

El que olió la situación y supo capitalizarla para catapultar su sueño de perpetuarse indefinidamente en el poder y ser el centro de la atención (como mecanismo compensador de una infancia infeliz y desamorada) desea hoy seguir siendo el dueño exclusivo de esta hacienda llamada Venezuela, para seguir regalando recursos como si fueran propios, seguir pretendiendo imponer el pensamiento único y el culto a su figura, manejando inteligentemente una realidad brutal: Un voto de Yuderkys vale lo mismo que el del más avezado analista o erudito. Y seguir conquistando a las Yuderkys sale muy barato. Unas cuantas palabras de odio y un cotillón der arroz o espaguetis a la semana es suficiente.

El problema es que a algunas Yuderkys el cotillón no les alcanza, y comienzan a ver como por mucho discurso de odio que escuchen y repitan, no llega el príncipe azul a transormarlas en princesas. ¿Que pasará?

La imagen es una reproducción de la obra pictórica "El Rostro de la Incertidumbre" del pintor Dominicano Watson Pablov.