23 febrero 2009

Esperando que mi pais termine de derrumbarse

LANGUIDEZ - Paul Verlaine

Yo soy el imperio al fin de la decadencia
que mira pasar a los grandes bárbaros blancos
componiendo acrósticos indolentes en un estilo
de oro donde la languidez del sol danza.

Sola, el alma se marca en un denso hastío.
Allí abajo, se dice, hay combates sangrientos.
¡Y nada poder, débil con deseos tan lentos,
y no querer florecer un poco esta existencia!

¡Y no querer, ay, y no poder morir un poco!
¡Ah, todo está bebido! Bathyllo, ¿acabás de reir?
¡Ah, todo está bebido, comido! ¡Nada más que decir!

Sólo, un poema algo bobo que tiramos al fuego;
sólo, un esclavo algo juerguista que os abandona;
sólo, un tedio de no se sabe donde, ¿que os aflige!


Como los romanos ante las invasiones bárbaras, siento la urgencia de dedicarme a placeres egoístas mientras el imperio decae y la turbamulta anónima, sedienta, hambrienta, desdentada y mugrienta se refocila en el gozo del poder, hace su rapiña en el marmol de los templos, quema los libros sagrados, ultraja las vestales y defeca en los canales.

En benesuela (reconozcámoslo: ya esto no es Venezuela) la palabra "pueblo" ha dejado de significar "Conjunto de personas de un lugar, región o país." (DRAE-2009) para definir a una horda de resentidos marginales, vagos y carentes de todo sentido de la industriosidad y el emprendimiento, acompañados de sagaces pescadores en rio revuelto y estúpidos románticos cuya creencia en falsedades como "el socialismo del siglo XXI" es más peligrosa que ingenua. Todos bajo la égida de "la cachifa sensacional", un ser siempre ávido de tribuna, figuración y atención, suerte de Juan Vicente Gómez de nuevo cuño, un cazurro muy astuto y deliberadamente ignorante cuyas únicas motivaciones son el odio a todo y a todos y la necesidad de compensar la falta de cariño maternal en su niñez.

Dado que el 55% de quienes habitan esta tierra gustan de comer mierda, pues adelante. Que la coman. No les acompaño. Que se pudran en su peste negra de cadenas televisivas de 10 horas de duración, colas de todo un día para comprar una bolsa de arroz partido y obligatoriedad de vertirse de rojo. Conmigo no cuenten. Ya no siento ninguna identificación ni ningún apego hacia ellos. El pais terminó de romperse, y yo estoy en mi parte. Ellos, en la suya.

Se que los textos demasiado largos son un poco fastidiosos, pero; por favor, si están leyendo este post, no dejen de leer el relato "El Jardín del Tiempo" de J.G. Ballard. Exquisita pieza de un futurismo barroco que hace un espéctacularmente acertado resumen de lo que sentimos muchos venezolanos que no queremos ser benesolanos. El relato esta disponible en:
http://www.librosgratisweb.com/html/ballard-j-g/el-jardin-del-tiempo/index.htm

07 febrero 2009

Paradigmas Invencibles de Venezuela



Soy frecuente visitante del interesante blog "paradigmas Actuales" (enlace aqui), donde siempre consigo material para la reflexión. Pero hoy quisiera comentar la otra cara de algunos paradigmas, esa cara antipática y pesada que a veces hace desear retroceder la humanidad hasta el homo habilis y tratar de empezar de nuevo con otro plan.

La RAE define escuetamente paradigma como "Ejemplo o ejemplar", mientras que Wikipedia lo presenta como un modelo o patrón en cualquier disciplina científica u otro contexto epistemológico. (Que palabreja, no?)

Para mi, paradigma es un conjunto de creencias que se asumen como válidas, sin detenerse a revisarlas ni evaluarlas. Un ejemplo sencillo? cuando decimos "El sol sale por el este". Resulta que de Galileo para acá ya sabemos que el sol no "sale", porque lo que se mueve es la tierra, no el sol; y seguimos diciendo "El sol sale" o "El Sol se oculta". Pero ese es un paradigma inofensivo. Hay otros que a mi en lo personal me resultan mas dañinos o antipáticos, y cuya permanencia cual quistes en el entorno nacional desafía toda lógica. Dentro de estos destacan:

- La comida: Hirviendo o Helada. Muy común en panaderías y otros expendios de comida al paso, este paradigma establece que ningún alimento se puede calentar solo un poco. Si gentilmente el dependiente ofrece "¿Se lo caliento"? eso significa que el cachito, cruasán, porción de pizza, quesadilla, almojábana o lo que se le antoje dará vueltas y vueltas inmisericordemente en un microondas por varios minutos, hasta que la temperatura del relleno equipare a la de la lava del Vesubio. Por supuesto, la corteza estará apenas tibia; y si usted desconoce este paradigma, morderá con fruición la apetitosa pieza, para descubrir al nanosegundo que por dentro está hirviendo y que tendrá suerte si conserva algo de tejido en las encías. Si usted, advertido, le dice al empleado que no caliente el alimento, se lo servirá frío y reseco, tal como reposa en el anaquel. No sirve de nada pedir que el alimento se caliente apenas un poco. Este paradigma es maniqueo y el cerebro de quienes lo siguen no está preparado para entender el concepto de "tibio". Se aplica también al café.

- La Hora Venezolana: Quienes llegan a esta "Tierra de Gracia" desde el extranjero, suelen llevarse chascos cuando por primera vez asisten a una fiesta, reunión, conferencia o condumio. Resulta que en la tarjeta se citará, digamos, a las 8:00 p.m. y los inocentes deconocedores del paradigma de la Hora Venezolana llegarán a esa hora, para encontrar que a la anfitriona todavía le están tiñendo el cabello, que los mesoneros no han llegado o que el ponente invitado ni siquiera ha aterrizado en el aeropuerto. El paradigma de la Hora Venezolana establece que usted debe llegar una hora, o mejor, dos horas después de lo que se acordó. Hace poco presencié como una persona, a la 1.45 de la tarde, le dijo a otra "en 15 minutos estoy allá buscándote". Esta otra persona durmió una siesta, se bañó, limpió algunas cosas en la casa y estuvo listo a las 4:00 p.m. Hora en la que en efecto pasó el amigo que debió haber llegado a las 2:00 p.m. Todos felices y muy adaptados, menos yo; que aún no me acostumbro a esta deforme anormalidad en el uso del tiempo.

- Su majestad el coleto: En toda familia venezolana hay una autoridad indiscutible: La del coleto. Cuando se está pasando coleto, toda la familia debe adaptar su dinámica a este hecho. Los niños tendrán que ir a jugar fuera, quien lea repantigado en una poltrona o quien converse en un salón deberá abandonar el recinto para dar paso al totem doméstico por excelencia. Y ¡Ay de quien ose discutir la supremacía del coleto o atreverse a proponer diferir el sagrado acto de trapeo! Será anatema, acallado por la furia de quien, cual sacerdote del templo del Pinolín, empuñe el sagrado cetro del palo del coleto; y obligado a vagar errabundo por los suburbios de la casa hasta que el piso esté seco. Y aún así, recibirá injurias por atreverse a dejar alguna miga o mota sobre el reluciente piso, el más noble objetivo del hogar. A veces este odioso paradigma llega a los recintos de trabajo, y se han visto casos de salas enteras de trabajadores que deben dejar a medio elaborar un informe, un memo, un plano o un fotomontaje para que el todopoderoso trapeador deje su penetrante estela de aroma artificial a lavanda sintética y sus vetas de agua polvorienta por todo el lugar, mientras quien empuña esta terrible herramienta deja escapar una sardónica sonrisa breve que rompe la pétrea caraculiambrez que caracteriza a quienes detentan este oficio.

Existen otros paradigmas locales igualmente inmanentes (como "la última y mos vamos" o "la puntica nada mas") pero por no resultar tan odiosos, no figuran aqui.

Y, por supuesto, se agradecen lso aportes!