23 noviembre 2014

Domingo de metáforas: El Museo de Arquitectura de Caracas y la exposición sobre el Helicoide

Hoy fue uno de esos domingos lentos y calurosos que propician el solaz visual y el ejercicio intelectual que derivan (o deberían derivar) de la visita a un museo. Acudí al polémico Museo de Arquitectura de Caracas (Musarq) principalmente a ver la exposición "Helicoides Fallidos". Más allá de mis impresiones sobre la muestra en si y el espacio que la alberga (que seguro percolarán mas abajo en este post), me vinieron a la mente dos asociaciones. El Helicoide es una metáfora de Venezuela, y el Musarq, otro tanto sobre el ejercicio de la arquitectura en suelo patrio.

El Helicoide, iniciativa privada que necesariamente debió contar con el beneplácito del militar Marcos Pérez Jiménez, prometía un espacio glamoroso, moderno y atractivo para las compras, al igual que cualquier mall de hoy en día. A medida que el tiempo fue pasando, los problemas que enfrentó su construcción, no muy distintos a los problemas que enfrenta cualquier obra, fueron gestionados bastante ineficazmente, o no lo fueron en absoluto. El proceso constructivo quedó inconcluso, y el entorno de esta obra se convirtió en un popurrí de barrios marginales. El Helicoide ha sido usado para albergar damnificados, fue producto de muchos bien intencionados proyectos para instalar allí desde museos hasta ministerios. Posteriormente fue trasladado allí un cuerpo de seguridad gubernamental... y en este régimen militarizado, ha pasado a ser una cárcel para presos políticos, de condiciones bastante inhumanas por cierto, según la OEA. El Helicoide, como toda Venezuela, sufre de ranchosis, e involucionó desde una concepción de alta factura alabada (entre otros) por Pablo Neruda a ser el deplorable escenario de la degradación y humillación que el actual régimen obsequia al que piensa diferente, en cruel remembranza del dictador que dio su beneplácito al proyecto inicial... y a quien no puede negársele su eficacia en la gestión de obras públicas, hoy inexistente.

La muestra está bien curada, y cuenta con valioso apoyo documental, mas resulta difícil (al menos para mi) evitar la depresión que nace al comparar lo que pudo haber sido el Helicoide, el paisaje urbano de la Caracas de los 50, el respeto que en aquel momento existía por el oficio de arquitecto y otros detalles, con la realidad actual, diametralmente opuesta. Por otra parte, para llegar a la muestra se pasa primero por un estridente panegírico a la misión vivienda, y al lado de la misma hay otro ejercicio de adulación a ciertos "partos de los montes" del régimen.

Y así nace el símil entre el Musarq y el depauperado ejercicio de la arquitectura en Venezuela. El Arquitecto Federico Vegas hace una magistral disección de esta obra en un artículo publicado en el sitio web del C.A.V. (disponible aqui), por lo que no me extenderé poniendo de relieve lo que Vegas hace con más base documental y contundencia de la que yo pudiera lograr. Si quiero llamar la atención sobre algo. ¿Cual arquitecto diseñó el Musarq? No lo se. Ni idea. El brochure oficial de la institución de marras se limita a mencionar que el proyecto fue "Diseñado por el equipo profesional del Prof. Juan Pedro Posani". Es decir, la importancia, la representatividad, la médula, la promoción mediática del museo de arquitectura ignoran por completo al arquitecto, y se enfocan en el director (que no es arquitecto), en triste símil a la idiosincrasia Venezolana al respecto, existente desde hace luengos años, pero exacerbada (como prácticamente todos los males de la era democrática) por el régimen militarizado que detenta el poder en Venezuela desde hace ya casi 16 insufribles años.

Debo, eso si, resaltar un detalle. La exposición en ningún caso se pliega en loas al actual régimen, y por el contrario, deja colar que el difunto Hugo Chávez y su sucesor han sido, por lo menos, tan inconsistentes en la gestión del helicoide como problema, como lo fueron los gobiernos antecesores. Prefiero pensar que ello se debe a un ejercicio de sindéresis por parte del museo y no a un no haberse dado cuenta.