Pocas cosas me parecen más odiosas que la caricatura “Daniel el Travieso”. Sin pretender transformarme en moralista, simplemente me fastidia que se rinda pleitesía a un carácter problemático, pugnaz, irrespetuoso y cuya irreverencia está más cerca de la estupidez que de la inteligencia.
Pero en eso, como en casi todo, estoy del lado de la minoría. Ocurre que desde hace luengos años la cultura occidental privilegia al “malo simpático”. Y no solo la cultura occidental, al parecer los hechos también. Alguna vez escuché a alguien usar la expresión “los malandros de Dios” y me pareció que caía justa para definir ese tipo de personas que nunca se destacó en los estudios, no fueron buenos hijos, no eran especialmente serviciales ni solidarios, no amaban especialmente al trabajo, no tuvieron mucho escrúpulo a la hora de usar drogas recreativas, practicar o propiciar abortos y un largo etcétera, y resulta que terminan obteniendo los mejores privilegios, detentando las mejores fuentes de ingreso, ostentando los mejores carros, las parejas mas cotizadas, todo sin esfuerzo y como caído del cielo; cual privilegio divino que se les concede por su arrobador carisma, sus facciones armónicas o simplemente porque si.
A quienes han obtenido sus logros a costa de sudar grueso y cumplir a pies juntillas los valores tradicionales, esto les incomoda sobremanera, aunque se trate de no cavilar demasiado sobre el asunto, y menos aún, comentarlo. No tengo muchas referencias sobre escritos al respecto, recuerdo haber leído unos comentarios creo que de Aquilino José Mata sobre la novela brasileña “Ti Ti Ti” en la que se mencionaba la pugna entre dos diseñadores de similar fama, uno de ellos había logrado su éxito tras inconmesurables esfuerzos; y al otro se le había presentado de manera casi casual; la cosa sonaba interesante pero en aquel momento no supe valorar la relevancia de ese tema, que hoy me parece subexplotado; y no vencí mi habitual resistencia a presenciar culebrones, así que nunca supe si en verdad la historia trataba sobre esta temática.
El caso es que aunque el fenómeno es de vieja data, hoy parece más vigente que nunca ese desequilibrio, la constancia y la perseverancia no están de moda; o valen muy poco ante el azar. Esto lleva incluso a que las personas oculten el trabajo que algo les ha costado, para hacerlo parecer como un don, acrecentando paralelamente algunas de sus características individuales consideradas negativas, para sentirse un poco “malandro de Dios”, supongo que esa conducta lleva implícito la afirmación subyacente de ser un ente privilegiado, algo así como “soy una rata pero arriba hay alguien que me protege a pesar de eso, porque en el fondo soy bueno”.
De ningún modo esta conducta es exclusiva de personas poco ilustradas o marginales, de hecho hay ciertas profesiones muy lucrativas en las que es indispensable tener un pasado turbulento y hacer aparecer tus virtudes como un don natural casi inmerecido, para ejemplo los cantantes de rap (insisto en usar esa palabra aunque hoy suene mas cool llamar “hip-hop” a ese ritmo) Eminem y Vanilla Ice (caucásicos ambos), que se vieron forzados a inventar una niñez abusada y una vida en la calle que nunca experimentaron, para sonar creíbles como raperos y así vender más discos y ganar más dólares; pero el ejemplo más sorprendente es Paulo Coelho en el capítulo 1 de su novela autobiográfica “El Zahir”, donde tras algunas autoalabanzas como “¡entonces sabe quien soy!. ¡No es tan ignorante como parece!” o “no tengo un horario fijo para trabajar,(…), soy rico, famoso” se dedica a reforzar su carácter de “malandro de Dios”, rebelde, iconoclasta, exitoso y asquerosamente rico, tanto que debe ser mencionado en tercera persona, como si de una deidad se tratase: “El se rebela, recorre el mundo durante la época hippy, acaba conociendo a un cantante, compone algunas letras de canciones y de repente consigue ganar mas dinero que su hermana, que había estudiado (…)” y continúa, ya en primera persona. “compro algunos apartamentos, me peleo con el cantante, pero tengo dinero suficiente para pasar los siguientes años sin trabajar.” Es decir: todo mi éxito se debe a un don innato, y se me presentó a pesar de que ignoré los consejos de mis viejos e hice lo que me dió la gana.
Duro golpe para el ánimo y sistema de valores de los que si se dan duro estudiando y trabajando, y apenas tienen ingresos para vivir el día a día y cubrir sus responsabilidades; por lo visto merecen ese destino porque no les provoca ser hippies o irreverentes, fumar marihuana o tocar guitarra. Por ser tan convencionales, no están bendecidos con el don de ser malandros de Dios.
En lo personal, y aunque suene a gesto quijotesco, no pienso gastar ni un céntimo en libros de Paulo Coelho ni en caricaturas de “Daniel el Travieso”.
2 comentarios:
I totally agree
Las "travesuras" de Daniel Mitchell (su nombre completo) me parecen muy zanahorias con las que hacen los niños de hoy en día...
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