30 marzo 2024

Libtros fuera de tiempo

 

En 1987, cuando las cosas ocurrían de forma mucho más despaciosa que en este mundo post milenarista, leer lo que estaba de moda no era tan difícil. A lo mejor se reseñaban tres o cuatro novedades importantes al mes, y no cincuenta. Y por algún motivo, al menos en mi vivencia personal, aún trabajando a destajo; tenía más tiempo y más dinero disponible, con lo que no me resultaban tan cuesta arriba adquirir libros.


Una de las obras que si logré comprar en el auge de su popularidad fue “La Insoportable Levedad del Ser”, de Milan Kundera. En 1987 comencé a leerla… y la abandoné en la página 37. No logré conectarme ni racional ni emocionalmente con la trama del libro, que en aquel momento me pareció una farragosa mirada al ombligo, algo parecido a un culebrón desprovisto del drama; como si un escandinavo típico quisiese escribir una telenovela.

En 2001 la retomé y me la devoré de un tirón; además la entendí y me gustó. Estoy casi seguro de que en 1987 no tenía la experiencia ni la vivencia necesarias como para leer esa obra. Como diría mi amiga Mariela Hernández, me faltaba burdel. Fue un libro fuera de tiempo, y afortunadamente con los años pude compensar los trozos de vida restantes para conectarme con él.

Tenía esa referencia en mente cuando, hace unos días, adquirí en una librería de segunda mano “El Club de la Buena Estrella”, de Amy Tan. Dado que en 1993, esa fue una de las películas que se quedó en mi lista de deseos postergada (lista que desde hace algunos años me empeño en reducir), consideré que leer el libro era una idea aún mejor que ver la película… Y ocurrió que mi energía empleada en darle una oportunidad al libro para atraparme luego de un inicio que me resulto blandengue e insípido -algo así como un atol con poca azúcar-, se agotó en la página 72.

Y creo que en este caso también me encuentro ante un libro fuera de tiempo, pero por otros motivos. Una obra tan femenina, escrita por una mujer para (aparentemente) ser leída por mujeres, referida a la vida de mujeres; donde las figuras masculinas son meras piezas de decorado contextual, podría tener sentido y gustarme en el siglo pasado. Pero en la sociedad occidental actual, fuertemente ginocéntrica, en la que la masculinidad convencional resulta casi un delito, en la que en algunos países (como es el caso de España) el hombre ha perdido el derecho a presunción de inocencia en los juicios que se cataloguen como “violencia de género” (y que pueden incluir cosas tan inofensivas y baladíes como un piropo o la temperatura a la que se regula la climatización); me pareció casi un acto reivindicativo y de equilibrio no leer tal obra. Evidentemente, la autora no tenía en mente el retorcido giro misándrico que tomaría la sociedad futura el escribir su obra, y obviamente, el hecho de no leerla no contribuye en nada a modificar la situación… Pero no logré superar la sumatoria de una trama sesgada en el contexto de una sociedad sesgada como para continuar la lectura.

Aunque en amas obras me refiero a “libros fuera de tiempo”, en el caso de Tan, a diferencia del de Kundera, los motivos para abandonar la lectura dependen más del entorno que de las características del lector.

¿Cambiarán las circunstancias de manera tal que hagan grata en un futuro la lectura de “El Club de la Buena Estrella”? Ojalá… 
 
¿Cambiaré yo de manera tal que, pasando a ser un “entusiaste” del wokismo y del “me too”, abjure de mi condición masculina y me transforme en un “aliade” del neofeminismo y por tanto, privilegie las autoras femeninas en mis lecturas, solo por el hecho de su genitalidad? Me cuesta imaginar una peor pesadilla…