18 mayo 2024

...Y las gallinas derrotaron a la gramática.


Hace ya muchos años, dialogando con una persona mayor de origen rural en mi tierra natal, se me ocurrió sugerirle que pusiese su dinero en una cuenta bancaria. Me respondió que era una buena idea, pero que no lo iba a “poner” sino a “colocar” en la cuenta. Yo intenté, con la escasa credibilidad y el nulo predicamento que puede tener un adolescente citadino ante un cazurro campesino andino, explicarle que el verbo “colocar” añadía unos matices de intencionalidad y exactitud que eran innecesarios en ese caso; en el que bastaba con usar el común, cotidiano y extendido “poner”. Su respuesta fue: “pero es que las que ponen son las gallinasnnn” con esa “N” añadida al final, tan entrañable y odiada; tan típica de la ruralidad tachirense.

Con lo cual, había indicios de que en mi lar nativo, el verbo poner había sido secuestrado por las gallinas, para hacer referencia exclusivamente al acto de desove de su especie.

No resulta tan de extrañar, después de todo mi tierra es muy gallinera. Desde el uso muy extendido del toponímico “Pata ‘e gallina”, aplicable a cualquier paraje en el que un camino se trifurca, hasta la afición por el hervido de gallina como aglutinante familiar dominical en el hogar de la abuela; condumio de honor para invitados de confianza, o “matarratón” post parranda.

Así que, medio en broma y muy en serio, a veces cuando intentaba referirme al Táchira, hacía paráfrasis como “el lugar donde el verbo poner es exclusivo de las gallinas” (esto, por su puesto, sin menoscabar ninguna de las virtudes de mi terruño, al que sigo amando incondicionalmente).

Y aquí estoy yo, en pleno 2024, enterándome de que el mal se ha extendido por toda Venezuela, según (entre otras fuentes) el X (antes Tuitter) de la RAE: https://x.com/RAEinforma/status/1526529161816326145 y la investigación “El neologismo poner y colocar en el habla cotidiana de los venezolanos”, de J.A. Rojas Saavedra, publicado en la revista “Cambios y Permanencias” Nº 13 y recuperado de: https://revistas.uis.edu.co/index.php/revistacyp/article/view/13327

De este último escrito, rescato este párrafo, que me parece muy descriptivo y casi demoledor:

“Esta investigación muestra algunas consideraciones puntuales acerca del uso, los inconvenientes, la confusión, la ambigüedad en el significado, las creencias erróneas, la falta de conocimiento, la negligencia personal, la alternancia, la mezcla de usos, las construcciones con formas verbales entreveradas, la ultracorrección por sustitución de sentido y la desemantización o desplazamiento del valor significativo de los verbos poner y colocar.”

Esa terrible costumbre hace que se escuchen involuntariamente expresiones tan ramplonas y disonantes como “Mi hija se colocó malita con la gripe”, “Maigualida, no te coloques otra vez el vestido verde, que lo has repetido mucho”, Ayer me coloqué a pensar si vale la pena colocar plata en ese negocio” y demás frases, que parecen dichas por personas “colocadas” en el sentido ibérico del término, es decir, drogadas.

Así que, por lo visto, ganaron las gallinas.

Y con ese inesperado triunfo avícola, los huesos de mi paisano Andrés Bello, que tanto hizo por la gramática castellana, deben estar dando vueltas en su tumba como un pollo en brasa… o mejor dicho, como una gallina colocada a las brasas.

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