El cerebro, el corazón y los sentidos invitan a dejar registro escrito de lo que nos acontece, de lo que observamos, escuchamos, paladeamos y vivimos día a día. Aqui presento mi visión personal del asunto.
07 septiembre 2024
Etiquetas Desvaídas y Confesiones de Parte.
18 mayo 2024
...Y las gallinas derrotaron a la gramática.
Hace ya muchos años, dialogando con una persona mayor de origen rural en mi tierra natal, se me ocurrió sugerirle que pusiese su dinero en una cuenta bancaria. Me respondió que era una buena idea, pero que no lo iba a “poner” sino a “colocar” en la cuenta. Yo intenté, con la escasa credibilidad y el nulo predicamento que puede tener un adolescente citadino ante un cazurro campesino andino, explicarle que el verbo “colocar” añadía unos matices de intencionalidad y exactitud que eran innecesarios en ese caso; en el que bastaba con usar el común, cotidiano y extendido “poner”. Su respuesta fue: “pero es que las que ponen son las gallinasnnn” con esa “N” añadida al final, tan entrañable y odiada; tan típica de la ruralidad tachirense.
Con lo cual, había indicios de que en mi lar nativo, el verbo poner había sido secuestrado por las gallinas, para hacer referencia exclusivamente al acto de desove de su especie.
No resulta tan de extrañar, después de todo mi tierra es muy gallinera. Desde el uso muy extendido del toponímico “Pata ‘e gallina”, aplicable a cualquier paraje en el que un camino se trifurca, hasta la afición por el hervido de gallina como aglutinante familiar dominical en el hogar de la abuela; condumio de honor para invitados de confianza, o “matarratón” post parranda.
Así que, medio en broma y muy en serio, a veces cuando intentaba referirme al Táchira, hacía paráfrasis como “el lugar donde el verbo poner es exclusivo de las gallinas” (esto, por su puesto, sin menoscabar ninguna de las virtudes de mi terruño, al que sigo amando incondicionalmente).
Y aquí estoy yo, en pleno 2024, enterándome de que el mal se ha extendido por toda Venezuela, según (entre otras fuentes) el X (antes Tuitter) de la RAE: https://x.com/RAEinforma/status/1526529161816326145 y la investigación “El neologismo poner y colocar en el habla cotidiana de los venezolanos”, de J.A. Rojas Saavedra, publicado en la revista “Cambios y Permanencias” Nº 13 y recuperado de: https://revistas.uis.edu.co/index.php/revistacyp/article/view/13327
De este último escrito, rescato este párrafo, que me parece muy descriptivo y casi demoledor:
“Esta investigación muestra algunas consideraciones puntuales acerca del uso, los inconvenientes, la confusión, la ambigüedad en el significado, las creencias erróneas, la falta de conocimiento, la negligencia personal, la alternancia, la mezcla de usos, las construcciones con formas verbales entreveradas, la ultracorrección por sustitución de sentido y la desemantización o desplazamiento del valor significativo de los verbos poner y colocar.”
Esa terrible costumbre hace que se escuchen involuntariamente expresiones tan ramplonas y disonantes como “Mi hija se colocó malita con la gripe”, “Maigualida, no te coloques otra vez el vestido verde, que lo has repetido mucho”, Ayer me coloqué a pensar si vale la pena colocar plata en ese negocio” y demás frases, que parecen dichas por personas “colocadas” en el sentido ibérico del término, es decir, drogadas.
Así que, por lo visto, ganaron las gallinas.
Y con
ese inesperado triunfo avícola, los huesos de mi paisano Andrés Bello, que
tanto hizo por la gramática castellana, deben estar dando vueltas en su tumba como
un pollo en brasa… o mejor dicho, como una gallina colocada a las
brasas.
12 mayo 2024
2 Recuerdos borrados, 1 recuerdo perdido y 1 recuerdo surrealista
Creo que es hecho común la aparición repentina de un recuerdo que se queda rondando en la mente por días, hasta que la dinámica del día a día lo engaveta de nuevo en un baúl de apertura aleatoria, cuya cerradura raras veces funciona a voluntad. Cuando eso me pasa procuro, no obstante, evaluar el recuerdo; buscando darle una segunda vida a aquellos que lo ameriten, y así regresarlos a su baúl con una nueva capa de vivencias.
No obstante, encontrar que ese recuerdo está perdido en un limbo, o que nadie más lo evoca resulta un poco frustrante, y a menuda deja la sensación de que la mente nos está traicionando y tal vez convertimos un sueño o un deseo en recuerdo; cosa que ocurre también. No ayuda el paso de los años, que hace más difícil la diferenciación entre unos y otros.
Así que hoy me propongo, si no arrojar luz, al menos exorcizar por medio de la escritura cuatro recuerdos recurrentes de los que no encuentro evidencia, y en los que tengo mi hipótesis sobre el por qué ello ocurre.
1) EL ARRASE NO FUE SOLO DE LA TIERRA, TAMBIÉN DEL DOCUMENTO: Desde hace tiempo, cada varios meses me viene a la mente un texto que leí en 2000 o 2001 sobre la “operación tierra arrasada”, en alguno de los portales de noticia que estaban en boga en esa Venezuela aun parcialmente encandilada con el oropel de las promesas chavistas; que todavía podían sonar frescas aunque ya empezaban a expeler tufo a descomposición. Recuerdo claramente haber visto en las páginas de analitica.com, de noticias24.com o website similar un texto (que incluso descargué y archivé en su momento) llamado “operación tierra arrasada”. El texto en cuestión, que supuestamente se había filtrado desde las esferas gubernamentales, constituía la hoja de ruta para “refundar la patria socialista” (o algo así de rimbombante y engañoso); lo cual requería eliminar el sistema productivo, cambiar las leyes vigentes, deshacerse de los “inadaptados” que no se amoldasen al nuevo orden gubernamental, etc. El devenir de los acontecimientos posteriores me ha demostrado cuan claramente ha sido seguida esa hoja de ruta, y me ha entrado curiosidad por indagar que otra táctica destinada a permanecer en el poder manejará la dictadura.
El problema es que el texto parece no existir más.
Aparte
de que buena parte del material digital que traje en mi migración se perdió en
2017, incluyendo el archivo con este texto; no existe reseña alguna, evidencia
alguna, referencia alguna que haya podido encontrar al respecto. Dudaría de la
existencia de tal documento, si no fuera porque he confirmado con alguna que
otra persona que aún lo recuerda. Para más sinergia perversa, ese guion de como
destruir un país fue muy poco leído, supongo que por su paquidérmica extensión y
por su ramplonería farragosa (está escrito con esa estilo que mezcla pseudo
épica, resentimiento y queja plañidera, tan común en la izquierda
latinoamericana, y ahora también, en la norteamericana y española). Ni wayback
machine ni las más acuciosas búsquedas en internet muestran nada relativo a
este recuerdo, y si referencias similares provenientes de otros países y
signadas por el típico libreto de villanización del capitalismo. Pero no me doy
por vencido.
2) CUANDO ARISTÓBULO DIJO QUE EL VOTO ELECTRONICO ERA PARA HACER TRAMPA: Es cosa común en algunos políticos con más pragmatismo que convicciones (o moral) el cambiarse de partido, “saltar la talanquera”. El fallecido Aristóbulo Istúriz era experto en estas lides, pasando de AD al MEP, luego de nuevo AD, seguido de Causa R, luego PPT hasta recalar en el puerto seguro del PSUV institucional chavista. Durante sus tiempos de PPT, este partido era parte de la quincalla ideológica que se aglutinaba en torno a Chávez, y que incluía desde el partido comunista hasta la derecha militarera rancia.
Hubo un breve tiempo en que por algún motivo el PPT disentía de las políticas de aquel reyezuelo caprichoso y omnipotente en que devino el susodicho Chávez a su retorno al poder luego de abandonarlo cobardemente en 2002, cuando aquellos incidentes en los que, mediante un código de fácil interpretación en una insufrible cadena televisiva, ordenó a sus sicarios de Puente Llaguno disparar a los integrantes de la marcha opositora que exigía su dimisión. Durante aquel tiempo (2003 o 2004), Aristóbulo Istúriz dio una entrevista al canal televisivo Venevisión en la que, en referencia al nuevo sistema de voto electrónico que estaba por implementarse, por parte de para el aquel entonces integrante “neutral” del Consejo nacional Electoral Jorge Rodríguez (ficha dura del chavismo radical más absolutista, luego de quitarse su mal aplicado barniz de imparcialidad) y la empresa Smartmatic. En aquella entrevista, Aristóbulo dijo algo así como “esas máquinas de votar son una trampa, porque si le mueves la palanquita para acá, el voto viene para acá y si se la mueves para allá, el voto va para allá”. La persona que veía esa entrevista conmigo (lamentablemente ya fallecida) comentó que eso hubiera debido grabarse, para poner de manifiesto el fraude que seguramente iba a ocurrir… y que efectivamente ocurrió (y siguió ocurriendo)
Nadie más que conozca recuerda esa entrevista, y he encontrado un total de cero alusiones a ella en la red. Es más, ni siquiera he encontrado referencias a esos tiempos en lo que Aristóbulo pudo ser considerado como parte de la oposición. Los panegíricos que ha escrito el oficialismo luego de su muerte obvian su pasado da saltos partidistas y sus tiempos (semanas, quizás pocos meses) de oposición al todopoderoso régimen que destruyó, y a esta fecha sigue destruyendo, a Venezuela.
Para
estos dos casos, creo saber lo que pasó: La contratación del borrado digital.
Hay diversidad de empresas que, luego del correspondiente pago, se encargan de
gestionar el borrado de los post, datos, etc. que no sea necesarios para los
fines que fueron recogidos. Esta laxa definición abre la puerta a la
posibilidad de que alguna(s) de las muchas compañías que se dedican a este fin
y que ofrecen servicios como borrado de noticias de internet. Y esto es pan
comido, considerando la ingente cantidad de recursos con la que cuenta el
régimen; recordemos que en la Venezuela chavomadurista, el estado es el gobierno,
por tanto este cuenta con todos los recursos nacionales a su disposición.
3) EL RECUERDO PERDIDO DEL HOMBRE CON CARA DE CULO: En 1993, con una internet incipiente y una telefonía móvil en pañales, las guías telefónicas reinaban como los vademécum absolutos de los números de teléfonos de los usuarios. Para facilitar la comprensión de aquel lector (de haberlo) nacido despues de los años 90s, explico que en aquella sociedad primitiva no estaba extendido el uso de la telefonía móvil, no había ningún dispositivo electrónico que almacenase los números de teléfono de nuestro interés, y nos comunicábamos usando un teléfono fijo, obsoleto aparato que no iba dentro de nuestros bolsillos sino fijado a la pared o ubicado sobre una mesa en casas, oficinas, etc. Dado que no había un lugar electrónico donde consultar los teléfonos si necesitábamos llamar a una persona, oficina, comercio o institución, recurríamos a la guía telefónica, un índice físico, impreso (¡horror!) que listaba los nombres del propietario de la línea y su teléfono respectivo, ordenado por ciudades. Las líneas personales estaban en las páginas blancas, y las comerciales en las páginas amarillas. En aquel año, la guía telefónica vigente en la ciudad donde vivía (San Cristóbal, estado Táchira, Venezuela) incluía los estados de la región andina, Táchira, Mérida y Trujillo.
Esta larga introducción busca contextualizar el hecho de que en la guía de ese año, alguien hizo una broma pesada, de modo que el nombre (que no recuerdo exactamente) de uno de los propietarios del línea del estado Mérida figuraba asi:
Marcano González, Juan Antonio CARA DE CULO…… 789 12 00 34
El tema propició bromas e hipótesis varias, y creo recordar que el destinatario de la broma demandó a la compañía telefónica y recibió una compensación económica acorde.
Lo malo es que ninguno de mis amigos lo recuerda.
En este
caso, también he buscado en la red, sin resultado alguno. Si no permanecieran
de modo tan vívido en mi mente las imágenes de cuando, animados por alguien que
nos dijo “vamos a buscar en la guía al tipo al que le escribieron cara de culo”,
un grupo de amigos encontramos la referencia y estuvimos riéndonos juntos un
buen rato, diría que es una traición de mi memoria. Pero en el próximo caso,
esa sensación se acentúa más aún.
4) LA ESCENA DE “BLUE VELVET” QUE NUNCA EXISTIÓ: El día en que fui al cine a ver “Blue Velvet” en 1987, más de la mitad de los asistentes abandonaron la sala a lo largo del filme, quizás incapaces de entender la mordiente trama o las sutiles referencias. Era en general un público más acostumbrado a la acción de “Rambo” o al sentimentalismo barato de “La Hija de Nadie”. Pero yo y quienes fueron conmigo estábamos atornillados a la butaca, arrobados por lo diferente, por lo inusual. Era como un accidente vial con muertos, te puede parecer horrible pero no puedes dejar de verlo. Uno de los aspectos que más me cautivó del film es su imposibilidad de fijarlo en una década específica. Los modelos de vehículos y la vestimenta de los actores parecen referirse a los años 50s o 60s… hasta que hay una escena (no fundamental en el film) de unos negritos paseando con un boombox y escuchando rap a alto volumen que sitúa al espectador en la década de los 80s sin ninguna duda.
Esa escena no existe.
Al
menos es lo que infería luego de ver Blue Velvet de nuevo en 2022 y no
encontrar la escena, y tampoco referencia alguna a la misma en ninguna de las
críticas de la película. Llamé a una de las personas que fue conmigo a la
función para preguntarle específicamente si recordaba la escena… y si la
recordaba; incluso rememoró como estuvimos hablando de su importancia para
desconcertar al auditorio dentro de la trama. Pero no he encontrado manera de ver
nuevamente la escena en cuestión.
30 marzo 2024
Libros fuera de tiempo
En 1987, cuando las cosas ocurrían de forma mucho más despaciosa que en este mundo post milenarista, leer lo que estaba de moda no era tan difícil. A lo mejor se reseñaban tres o cuatro novedades importantes al mes, y no cincuenta. Y por algún motivo, al menos en mi vivencia personal, aún trabajando a destajo; tenía más tiempo y más dinero disponible, con lo que no me resultaban tan cuesta arriba adquirir libros.
Una de las obras que si logré comprar en el auge de su popularidad fue “La Insoportable Levedad del Ser”, de Milan Kundera. En 1987 comencé a leerla… y la abandoné en la página 37. No logré conectarme ni racional ni emocionalmente con la trama del libro, que en aquel momento me pareció una farragosa mirada al ombligo, algo parecido a un culebrón desprovisto del drama; como si un escandinavo típico quisiese escribir una telenovela.En 2001 la retomé y me la devoré de un tirón; además la entendí y me gustó. Estoy casi seguro de que en 1987 no tenía la experiencia ni la vivencia necesarias como para leer esa obra. Como diría mi amiga Mariela Hernández, me faltaba burdel. Fue un libro fuera de tiempo, y afortunadamente con los años pude compensar los trozos de vida restantes para conectarme con él.Tenía esa referencia en mente cuando, hace unos días, adquirí en una librería de segunda mano “El Club de la Buena Estrella”, de Amy Tan. Dado que en 1993, esa fue una de las películas que se quedó en mi lista de deseos postergada (lista que desde hace algunos años me empeño en reducir), consideré que leer el libro era una idea aún mejor que ver la película… Y ocurrió que mi energía empleada en darle una oportunidad al libro para atraparme luego de un inicio que me resulto blandengue e insípido -algo así como un atol con poca azúcar-, se agotó en la página 72.Y creo que en este caso también me encuentro ante un libro fuera de tiempo, pero por otros motivos. Una obra tan femenina, escrita por una mujer para (aparentemente) ser leída por mujeres, referida a la vida de mujeres; donde las figuras masculinas son meras piezas de decorado contextual, podría tener sentido y gustarme en el siglo pasado. Pero en la sociedad occidental actual, fuertemente ginocéntrica, en la que la masculinidad convencional resulta casi un delito, en la que en algunos países (como es el caso de España) el hombre ha perdido el derecho a presunción de inocencia en los juicios que se cataloguen como “violencia de género” (y que pueden incluir cosas tan inofensivas y baladíes como un piropo o la temperatura a la que se regula la climatización); me pareció casi un acto reivindicativo y de equilibrio no leer tal obra. Evidentemente, la autora no tenía en mente el retorcido giro misándrico que tomaría la sociedad futura el escribir su obra, y obviamente, el hecho de no leerla no contribuye en nada a modificar la situación… Pero no logré superar la sumatoria de una trama sesgada en el contexto de una sociedad sesgada como para continuar la lectura.Aunque en amas obras me refiero a “libros fuera de tiempo”, en el caso de Tan, a diferencia del de Kundera, los motivos para abandonar la lectura dependen más del entorno que de las características del lector.¿Cambiarán las circunstancias de manera tal que hagan grata en un futuro la lectura de “El Club de la Buena Estrella”? Ojalá…
¿Cambiaré yo de manera tal que, pasando a ser un “entusiaste” del wokismo y del “me too”, abjure de mi condición masculina y me transforme en un “aliade” del neofeminismo y por tanto, privilegie las autoras femeninas en mis lecturas, solo por el hecho de su genitalidad? Me cuesta imaginar una peor pesadilla…