10 enero 2006

Arroz con Plátano y Yuca

Chiquinquirá no tenía apellido conocido y se ofendía si uno la llamaba señora, ya que ella era señorita a sus más de 50 años. La recuerdo cazurra, antipática, hermética. Las pocas veces que hablaba, su dentadura postiza bailaba en la boca a un ritmo frenético y llenaba su acento llorón de sonidos silbantes. Estaba enferma de eso que los viejos acertadamete llamaban "orgullo pendejo", cosa que le hacía rechazar altivamente a quien pretendía enseñarla a leer o regalarle ropa usada; al parecer estaba satisfecha, cual paria Hinduísta, con su gris vida de lavadora y planchadora a domicilio y su mal dormir en una covacha insalubre.

A pesar de su mal carácter, en casa siempre se trató a Chinca con respeto y deferencia, como a cualquier otra asistenta. Comía en la mesa con la familia y luego se sentaba un rato a ver la novela de la 1 en la sala. En la mesa, mamá le servía generosamente sus deliciosas creaciones, pero la vieja Chinca ponía cara de que estaba comiendo huevos podridos. Un día,ante una gigantesca porción de ñoquis a la boloñesa, comenzó a alabar el almuerzo que le habían dado el día anterior en casa de otra familia a la que le trabajaba. "Eso si era una comida buena y nutritiva", decía, mirando el plato que tenía delante con cierta incomodidad. "¿Y que le dieron, Chinca?" preguntó mi viejo bonachonamente. La susodicha puso cara de orgasmo, hinchó el pecho y espetó: "imagínese, profesor: arroz con plátano y yuca..." Si no supiera yo que la mente de Chinca era incapaz de entender y menos generar una ironía, lo hubiera tomado como tal. Arroz con plátano y yuca... tal era el concepto de ambrosía para este ser, su estándar, su refugio gustativo, su útero culinario. Por eso, para ella ese menú hiperalmidónico era más deseable. nutritivo y sabroso que los ñoquis, el pollo a horno, el polpettone de carne, o cualquiera de los platos domingueros que todos los días preparaba mi madre.

En Venezuela, la violencia en la calle, la corruptela impúdica, el sectarismo, el maniqueísmo y otros males se han transformado, más que en el pan de cada día, en nuestro "arroz con plátano y yuca". entonces ya el régimen no nos parece tan malo, nos alegramos porque apenas hay una docena de presos políticos, porque este fin de semana hubo menos de 200 muertos por arma de fuego, o porque repararon uno de los mas de doscientos cincuenta huecos que orlan las calles de cualquier ciudad. Y los pobres devenidos en limosneros de oficio, gracias a la política de mendicidad del régimen, se alegran cuando; en vez de verduras podridas y sobras de los pipotes de basura, pueden comer arroz con plátano y yuca.