01 mayo 2011

El límite de lo políticamente correcto

Cuando niño, me chocaban las películas de vaqueros, tan predecibles ellas. Todos los blancos eran buenos, todos los indios eran malos, excepto aquellos que se alineaban con los blancos. Punto.

Después empecé a descubrir ese esquema en las telenovelas, aunque ya no con carga cromática, en las películas de kung fu... después en las canciones de protesta, hemipléjicas de origen, y en muchas otras fuentes de información. Y yo, con febril candor juvenil, soñaba con una humanidad donde esos límites se borraran, donde prevaleciese la esencia bondadosa del ser humano más allá de lo aparente. Y admiraba a figuras reivindicadas como María Magdalena, y cantaba con Palito Ortega "yo tengo fe que todo cambiará / que triunfará por siempre el amor / yo tengo fe que siempre brillará / la luz de la esperanza no se apagará jamás"

Por eso, cuando a mediados de los 80's empezó esa ola de lo políticamente correcto, me pareció genial. Que bueno que ya no hubiese que decir mocho, tuerto, oligofrénico o sordo sino "persona con discapacidad" o mejor aun "persona con capacidades diferentes". Y ya quedaba abolido el término "negro" para ser sustituído por "afrodescendiente", la ramera era ahora una "trabajadora sexual", el violador de menores un "desadaptado" y así sucesivamente.

Pero la cosa empezó a pasarse de la raya. Entonces a estas alturas, ya está mal visto decir "el perro es el mejor amigo del hombre", y toca decir "los perros y las perras son los mejores amigos y amigas de los hombres y de las mujeres". Y ni se nos ocurra hablar de aborto. El término correcto es "Interrupción del embarazo", aunque lo haya practicado una comadrona en Cúcuta con un gancho de ropa doblado o se haya provocado tomándose una malta caliente con raíz de perejil; asimismo, casi ningún viejo permitirá que le digamos anciano en lugar de "ciudadano de la tercera edad".

Podría seguir dando miles de ejemplos, risibles algunos, pero el punto es el siguiente: Creo que esta exageración de la corrección política nos está llevando a perder los referentes morales y de conducta. Ese pensar que todo vale, que todo es justificable, termina muchas veces enredando todo a tal punto que resulta imposible discernir lo justo y lo correcto. Recuerdo una valla que alguna vez mandó a colocar en Valencia el gobernador oficialista y militar Acosta Carlés (el del eructo). En dicha valla se sugería enfáticamente a las mujeres "no usar ropa provocativa para no provocar a los violadores". Esta criminalización de la víctima solo es posible bajo la lupa de la hiperbolización de lo "políticamente correcto". El violador justifica sus actos bajo la premisa de que la mujer llevaba una prenda provocativa. Y si bien la mayoría de los humanos es capaz de refrenar sus impulsos, el no, ya que el es diferente. Y como es diferente, pertenece a una minoría y por lo tanto merece respeto. Y por eso, no se le puede criminalizar por dar rienda suelta a sus impulsos sin ningún freno, por que el es diferente. Y por tanto, la culpa no es de el, sino de la mujer que usó el atuendo en cuestión.

Coincido con Vladimir Volkoff en considerar que esta exageración de la corrección política nace de la decadencia del espíritu crítico de la identidad colectiva, y pienso que el fenómeno se da a escala global. Solo que en Venezuela el hecho se da al revés. Quienes verdaderamente deberían manejar un lenguaje políticamente correcto, es decir, los asambleístas y el poder ejecutivo, hacen todo lo contrario; insultando y descalificando automáticamente a todo el que se salga un ápice de (o tenga la desfachatez de oponerse a) las líneas del pensamiento único del "máximo líder".

Macondo, 100% Macondo, diría un dilecto amigo.