21 junio 2009

El alimento de los Dioses


Eso es lo que dice su nombre científico. Theobroma Cacao es decir, Cacao, el alimento de los Dioses. La ambrosía de los griegos, el maná de los israelitas ¿a que sabría? No se si tan delicioso como el producto de las semillas de el frágil árbol de cacao. Amén de frágil, atípico. Un árbol pequeño, vulnerable a los cambios de clima, con florecillas minúsculas que nacen directamente de su tronco y frutos grandes de colores diversos.


¿A cual avezado Maya, cual Vatel amerindio, se le ocurrió extraer, fermentar, secar y tostar esas semillas para, luego de molerlas, extraer el exquisito xocoatl? Lo mas reciente que he sabido situa el inicio del consumo de chocolate mil años antes de lo previamente calculado; se encontraron restos de vasijas en Belize, contentivas de chocolate, preparado de modo muy diferente a como lo consumimos hoy dia; pero seguramente igual de cautivante para los paladares humanos (la noticia -en inglés- aqui)


Los venezolanos estamos redescubriendo el chocolate, no solo como golosina untuosa, dulce y parcialmente despojada de su carácter al mezclarla con leche, frutos secos y miel; también en su sabor primitivo y contundente, amargo e imponente. Después de todo, contamos con variedades de cacao (como el criollo y el porcelana) muy cotizadas, al punto de que los maestros chocolateros europeos no conciben la preparacion de un chocolate de calidad sin la intervención de cacao venezolano.

Y en esta "nueva ola" chocolatera hay de todo: Desde productores dedicados y honestos que están exportando sus productos artesanales con más éxito que bullicio, hasta spas y centros "new age" que basan sus terapias en el chocolate. Y así, mientras me extasío con una saludable barra de chocolate "la flor de birongo" afirmo estar viviendo uno de los placeres más intensos de la vida humana, y ruego a Dios que al susodicho no se le ocurra nacionalizar el chocolate, con el conocido "efecto intestino" que eso ocasionaría...
Nota: El término xocoatl nos llegó de los aztecas, se ignora como llamaban los mayas a esta bebida.

13 junio 2009

Otro episodio de nuestra novela cotidiana: La Viveza Criolla

Una de las situaciones que mayor gracia (y a la vez repugnancia, en sensación mixta) me produce, se da cuando alguien repentinamente "pierde el glamour" (como se decia en los 80's) por algun motivo baladí. El tema adquiere visos de sordidez cuando ese motivo está relacionado con "Don Dinero", como lo llamó Quevedo.

Estuve recordando un hecho que ocurrió en el año 2000, cuando aún yo creía lo que hoy todavía algunos ilusos creen: Que la capital de Venezuela es una metrópoli que reune lo mas granado y refinado de la sociedad, y que se cultivan aqui las maneras y procederes sociales de mas elevada urbanidad y prosapia. Resulta que algunos amigos idearon una improvisada reunión en un restaurante de Las Mercedes, a la que acudiría tanto gente que conociamos como personas que nunca habíamos visto. Así pues, como turista o visitante me mentalicé para tratar de estar a la altura del supuestamente culto y urbano nivel de los presentes. Tácitamente el tono gastronómico iba decantándose por bebidas sencillas, así todos ordenamos liviandades como te frío, jugos, quizás algún café. Por eso me sorprendió sobremanera cuando uno de los asistentes; quizás el mas atildado en apariencia, se desperezó ligeramente y espetó : "Ay bueno, yo tengo hambre, voy a pedir una sopa de mariscos como entrada, y despues me traes un churrasquito de langosta, ¿vale?"

Obviamente, la gente está en su derecho de tener hambre (si lo sabré yo...); aunque de entrada ese "vale" me sonó a impostura, a deseos de parecer español sin serlo; yo me preguntaba si en mi recóndita ciudad de origen estábamos equivocados al burlarnos de quienes quieren aparentar lo que no son, ya que por lo visto en las "grandes ciudades" eso parapetos como que estaban de moda.

Dicho sea de paso, el despliegue curricular que tanto el bon vivant de marras como algunos otros asistentes se ocuparon de enrostrar, no fue congruente con el nivel de la conversación ni con los temas tratados; los cuales me parecieron bastante banales, corrientes e invertebrados; llenos de cotidianidades que a mi me resultaban ajenas, como la cola del cafetal o lo que había dicho Luis Chataing esa mañana en su programa radial.

El caso es que cuando llegó la cuenta (de estratosférica proporción, debido al costo de los antojitos marinos), el que te conté la agarró y lanzó algo así como "bueno, son cuatrocientos noventa mil, como somos diez, ponemos cincuenta mil cada uno y ahí se incluye la propina". Yo me quedé perplejo, ya que el té que yo había pedido creo que no pasaba de diez mil bolívares (bastante caro si consideramos que no era té sino Nestea). Y más perplejo me quedé cuando noté que todos, con aquella naturalidad y sin ningún dolor, empezaron a desembolsar sus respectivas cincuenta lucas. Y yo me preguntaba si sería signo de vergonzosa provincialidad el acotar que no era justo que todos pagásemos por la sopita y la langostica del antojado. Afortunadamente Pablo me sacó de mis cavilaciones cuando agarró la cuenta y dijo en clara y alta voz algo como "mira chamo, como tu fuiste el unico que comió, te corresponde pagar el monto de tu comida, que es de trescientos mil. El resto lo pagamos entre todos".

Por supuesto, el pseudo bon vivant levantó una ceja, ofendido, tomó la cuenta, la leyó y releyó... y luego, con gesto de hastío, puso algo más de lo que había aportado. Algunos pusimos lo justo. Los amigos que organizaron la reunión, avergonzados, completaron el monto.

Por lo visto, cosas como esa le pasan tambien a otras personas. Y ya teniendo 5 años viviendo en esta urbe, me doy cuenta que el verdadero provincialismo y falta de urbanidad proviene de quienes, escudados en retórica y maneras alambicadas, tratan de aprovecharse de los que ellos creen que son pendejos.

Una situación parecida a la que relato le ocurrió a Boris Izaguirre (me gustaría ver a alguien atreviéndose a decir que Boris Izaguirre es provinciano), y esa historia, que publiqué en mi otro blog, puede leerse aqui.