07 noviembre 2005

Comida Minimalista


Mi papá, que nunca militó en partido político alguno y fue de vocación opositora perenne, solía decir que los adecos, en sus reuniones, comían caviar con arepa. Hasta hace poco menos de 10 años, esta combinación era reflejo de nuevorriquismo, de ausencia de criterio culinario, de salto cuántico de lo rural a lo urbano, de ansia de ostentación extrema sin deslastrarse de las costumbres populares.

Hoy es cool comer caviar con arepa.

Solo que en vez de decir “hoy comí caviar con arepa” debe decirse algo como “la degustación estaba conformada a base de confit de minúsculas perlas negras eslavas desestructuradas en sus puntos cardinales, sobre una cama de masa apenas cocida y texturizada al aroma de las maderas exóticas amazónicas, presentada al estilo típico de las planicies del norte suramericano”. Puede completarse la descripción con una frase al estilo “es que me encanta la cocina de fusión ¿sabes?” o “esta es la última obra maestra de (y aquí un nombre mestizo y rimbombante, como “Delmiro Straass” o “Ayurbuddha Zuleta”), en su espacio (otro nombre que combine lo chaborro y lo high class-francófilo, como “La Taguara Lyonnaisse” o “Le Petit Bistro De Anacleta”), que tiene una decoración divina y atiende solo a 10 comensales, ¿sabes?”.

Estas son las paradojas de lo que en los 60 se dio en llamar “nouvelle cuisine” y desde los 90 (con sutiles variaciones) recibe nombres como “cocina de autor”, “cocina fusión” y otros igualmente sonoros. La cosa consiste en colocar unas porciones minúsculas sobre un plato no convencional (pentagonal, triangular, un caparazón de tortuga, una tapa de excusado…), adornadas con unos chorretes coloridos de alguna sustancia vagamente comestible, como jugo de zarzamora, tinta de calamar o sangre de cerdo. Luego se redacta un nombre de al menos 30 palabras, que incluya expresiones claves de esta modalidad, tales como “sobre una cama de…”, “al aroma de…” y privilegie el uso generoso de adjetivos e hipérboles. Si la creación lleva fruta, esta necesariamente será “salvaje” o “virgen”. Nunca está de más el uso de alguna sinestesia o incongruencia pseudometafórica, al estilo de “leyéndole las venas al salitre”.

El contenedor de estas actividades debe ser un receptáculo decorado al estilo minimalista o ecléctico, sobre todo en los casos en que se pregone “cocina de fusión Croata-Guanareña” u otra combinación casi imposible. El nombre del local debería incluir alguna palabra en inglés o francés (aunque se prohíbe el término “restaurante” por obvio, puede usarse “espacio”, “comedor” o mejor, nada), el nombre del chef debe parecer natural, producto de un “estudiado descuido” como si de un DJ se tratase. Si el chef tiene la desgracia de presentar correlación étnica entre el nombre y el apellido, debe buscarse un mote sonoro y ligeramente procaz.

El lugar debe contar con muy pocas mesas y un portero eficaz que evite la entrada de indeseables al lugar: gordos (excepto raperos en la cresta de la ola), ancianos (excepto archimillonarios), gente rural (el campo no es cool desde los 80) y similares. La clientela debe ser “beautiful people”, metrosexuales o tecnosexuales, con al menos 3 cirugías estéticas encima y un vocabulario de altura, salpicado cada 5 minutos o menos con la pregunta “¿sabes?”. Asimismo, el lugar debe tener un “lounge” con música chill out brasileñófila, lo suficientemente discreto para que no se note si alguien ofrece unas líneas de perico (uno de los pocos atavismos permitidos).

Los wannabe que asisten a estos lugares, generalmente salen de allí directamente a atapusarse un par de arepas con reina pepiada o mechada con amarillo, en un gesto que los acerca mucho a la historia de los adecos y sus supuestos hábitos en los 70. Aunque aquellos al menos eran auténticos.

2 comentarios:

moralexis dijo...

Jose... que bueno está tu blog!. Me ha resultado muy entretenido, sobretodo por tu descripción de los más mínimos detalles. Saludos a tu gente. moralexis

Ricardo B dijo...

Aunque despierta serias sospechas de estar en la honda, la entrada no podía ser más acertada.

Quería compartir con usted que hace pocos días afirme estar imbuido en el asunto de la comida minimalista “¿Sabes?” y ante la solicitud de una invitación no me quedo otra alternativa que responder: “Los seguidores más asiduos de la gastronomía hiper-minimalista, una de las ramas de la ‘novelle cuisine’ encabezada por el casi profético chef Adrián Ferrán, afirman que no necesitas invitación. Los más ortodoxos afirman incluso que podrías llegar a no necesitar insumos, ni ingredientes, ni nada. Se trata de la cocina nadaísta.”
¿Qué destinos multiples deparará la posmodernindad?

Saludos