04 mayo 2006

Maracaibo, bella y aleccionadora

Estuve en Maracaibo hace pocos días y no puedo expresar otra cosa que elogios para esa ciudad y su gente, mientras siento una mezcla de alegría y frustración. Pero creo que lo más importante es el conjunto de moralejas que extraigo de esa visita, y que trataré de plasmar aquí sin sonar demasiado "profesoral".

El marabino, al igual que el bonaerense, tiene cierta fama sesgada fuera de su terruño. Se le enrostra el ser bullanguero, manirroto y excesivamente regionalista. La razón que yo tengo para esto es la misma que en mi criterio asiste al porteño al que se califica de engreído: Tienen con que. El zuliano posee un fuerte sentido de identidad cultural e idiosincrásica que le es inmanente, sin necesidad de que le sea impuesto obligándole a escuchar el himno 3 veces al día, mencionándole ad nauseam figuras caducas de un pasado belicista o cultivando el más cursi y kitsch patrioterismo ramplón. Esa identidad nace en el hogar y es fortalecida por la familia y el entorno, de modo horizontal mas que vertical.

En Maracaibo redescubrí el disfrute del espacio público, el gesto amable del contexto urbano hacia el peatón. Como habitante de Caracas, lamentablemente ese es un placer vedado por los buhoneros guapos y apoyados que invadieron aceras, bulevares y plazas, la contaminación visual ocasionada por la basura y las pintas grotescas poco creativas y plagadas de mal castellano, los tarifados unicolor que gritan improperios, los mendigos, lateros, huelepega, indigentes y choros. Estuve por el centro y por zonas de diverso estamento socioeconómico en Maracaibo, y en todas ellas sentí el protagonismo del peatón, mas amenazado por un sol que parece venir de todos lados que por cualquier otra cosa. También percibí la limpieza de las calles, el ritmo dinámico pero no histérico al que respira la ciudad, el respeto por monumentos, estatuas y mobiliario urbano. Los mismos habitantes me comentan con agrado que el mantener a los vendedores ambulantes en zonas específicas, los incesantes operativos de limpieza provistos por la gestión gubernamental estadal y el emprendimiento de obras urbanísticas de envergadura estimula al colectivo a mantener limpia su acera, no arrojar desperdicios, cuidar lo que es de todos. El discurso divisionista que todos sabemos de donde sale ha calado poco, suena lejano. Y las gestiones estadal y local están mas pendientes de beneficiar y destacarse que de protagonizar altercados fueras de sus fronteras o buscar centimetraje en publicaciones y minutos en TV.

¿Costaría mucho que todas las ciudades Venezolanas se asemejaran en esto a Maracaibo? Por supuesto que no; pero hay que repensar el modo en que convivimos, en que tratamos a nuestras ciudades, en que exigimos nuestros derechos. Y claro, extirpar el tumor.

Olvidaba mencionar, además, lo rico y abundante que se come en Maracaibo, y la escasa percepción de esa presión sociocultural dirigida a transformar el mundo en una vitrina de top models ¿será por eso que todos mis amigos(as) marabinos (as) son robustos(as)?

7 comentarios:

Naky Soto Parra dijo...

¡Eres generoso amigo mio! ¡que bella forma de escribir, de describir la maracuchidad!

Ciertamente, Maracaibo es una ciudad en la que se han invertido muchos recursos en poco tiempo, y que comienza a cosechar la siembra. Su cambio ha sido vertiginoso, pues en paenas 15 años pasaron del caos a esas piezas que describes.

Pero mosca... eso hace que el contraste entre la "capital" y el resto de sus ciudades sea mucho más grotesco, te cito a Mara, municipio en el que lamentablemente fallecen niños como si de moscas se tratase.

De resto, celebro tu cálida experiencia, con quienes son a mis juicio de los mejores anfitriones que haya conocido, generosos en la palabra, las cervezas y los carbohidratos bañados todos ellos de abundante grasa ¡jajaja!

Un beso,

P.S: Por cierto, no son un caso aislado, ¿has ido a Portuguesa?, las aceras de Guanare son tan limpias que bien podrías sentarte a comer sobre ellas, y este paisaje salpimentado por el uso masivo de bicicletas hace del paisaje, uno muy lindo.

Cafecontorta dijo...

Naky! que bueno tenerte como lectora y como "opinadora". La verdad, si, recuerdo la limpieza de Guanare y el mantenimiento de sus vías; quizás me faltó sentir ese orgullo acendrado por su terruño en los portugueseños,en todo caso mis visitas a esa tierra han sido fugaces; aunque lo suficientemente largas como para degustar las inigualables "ruedas de tractor", hamburguesas como de 40 cm. de diámetro. Algo que me hizo sentir un poco triste en el Zulia fue leer sobre una jornada de exterminio de perros callejeros, con el doloroso método del veneno; aunque eso podría ser tema para diálogos largos e interesantes. Un besote, preciosa!

Anónimo dijo...

Extirpar el tumor y luego una quimioterapia definitiva!!!!
Pero con tanto real como se hace eso? Mientras este el chorro ahi abierto lo veo dificil.

Jogreg dijo...

No, compadre, tu y yo sabemos por qué nuestros amigos maracuchos tienen un prominente vientre cañero que los hace tan característicos... nada de ir contra la corriente, ni de ser anti-tops...
Con respecto a aquello de las ciudades, pues no debería dar tanto trabajo. Lo que en realidad no termina de quedarme claro es cuál es el detonante para que los venezolanos tomemos la decisión (consciente o incosciente) de mejorar una situación. Si supiéramos cuál es la clave para que Maracaibo lograra que su gente la mantuviera limpia y ordenada, o Caracas mantuviera su metro medianamente arreglado, o para que Guanare contara con gente consciente de la importancia que tiene mantener su ciudad acomodada, entonces el resto del mundo diría "vamos a echarle pichón: hagamos este ritual vudú que es el que da resultado". Pero no, por momentos pienso que es una cuestión de moda, de capricho, de que "tenemos a Irene en la alcaldía" o "me gustan las cerámicas de colores del metro, y el arcoiris de los vagones es muy cuchi". Y luego vas y le pintas un arcoiris a la fachada de tu casa, y al día siguiente te encuentras tremendo graffiti que dice "eres rolo de marico".
Creo que no es sencillo tenerle fe a los venezolanos, justamente porque no sabemos a cuál de sus características apelar para que termine aflorando lo mejor de nosotros, cuál es la tecla que hay que tocar. Y honestamente, sin que me quede nada por dentro, no creo que tenga que ver exclusivamente con la voluntad de una sola persona para que esto ocurra.
Saludotes,

Naky Soto Parra dijo...

Arquitecto:

¡Téngase la bondad y dese una pasadita por mi blog! ¡Mire que me muero de la curiosidad y quiero que me narre cómo fue su primer beso!

Ya sabe, tiene una tarea pues...

Un abrazo grandisimo,

Ivan Jaquez dijo...

Ya quiero ir a Venezuela!

Anónimo dijo...

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