A veces, con la curiosidad de saber como somos percibidos los venezolanos por otras culturas, me paseo por foros y websites de turismo europeos y norteamericanos. Aparte de los clichés de siempre (naturaleza hermosa, inseguridad, gente hospitalaria, escasa o nula infraestructura turística, impuntualidad) me encuentro siempre con una advertencia acerca de lo importante que es para nosotros la formalidad en el vestir, sobre todo cuando se recibe una invitación a una fiesta. Es para muchos incomprensible esa manía que tenemos de andar haciendo gala de fluxes y corbatas, vestidos largos y tacones en un calorón de 40 grados. Estas políticas vestimentarias tácitas a veces se hacen represivas, y encuentran refugio en un impensado lugar: Algunas universidades e institutos universitarios privados y militarizados.
Siempre he tenido problemas con aceptar esas normativas que a mi juicio parecen ridículas y que yo llamo “La policía de la moda”. Alguna vez me negué a aceptar un trabajo como docente en una universidad privada porque, antes de revisar siquiera el currículo o de poner a prueba mis conocimientos y habilidad andragógica, la coordinadora, muy compuesta y entallerada en lino, me advirtió, observando despectivamente mi ropa: “Arquitecto, aquí se prohíbe que los profesores usen bluyines, zapatos de goma y franelas… y también está prohibido hablar con los alumnos en el pasillo”. Así que le di las gracias con una sonrisa tan falsa como sus pestañas y salí huyendo de ese lugar.
Pero una vez, tuve oportunidad de desafiar el fashion-establishment universitario de manera tímida, más cerca de Gandhi que de Mary Quant, pero muy satisfactoria para mi.
Trabajaba yo entonces en un instituto universitario donde mi labor era apreciada y mis sugerencias escuchadas. Este instituto tenía una normativa insólitamente sexista: A los estudiantes masculinos les estaba prohibido ingresar en pantalón corto y/o sandalias. Las estudiantes femeninas podían ir en tanga, si les apetecía. Machista e insólito, pero real. Un día, el vigilante de acceso, brazo visible de la policía de la moda del instituto, me llamó para informarme que una persona en la puerta estaba haciendo lío y requería mi presencia. Se trataba de un colega, participante en un curso de extensión en diseño digital, que tenía clase a las 6 en el laboratorio bajo mi responsabilidad, y al que no se le permitía el acceso por el pecado de usar bermudas en una tarde inusitadamente estival. El vigilante, regodeado en su eficiente cumplimiento de deber, me advirtió. “Mire arquitecto, tengo órdenes precisas del director de sede de no dejar entrar ningún estudiante en chores”. El infortunado se debatía entre explicar que su atuendo no era un “chor” sino una bermuda, justificarlo expresando que venía de una sesión de fotografías, y protestar porque se le estaba aplicando una normativa interna a un participante de un curso de extensión. En ese momento, pasó invicta por la alcabala del fashion una despampanante rubia oxigenada con pinta de drag queen, encaramada en plataformas de 20 cm. y cubriendo escasamente su 36-B de cirugía con un microtop complementado con una cuquifalda (mas pequeña que la minifalda). El colega aulló una acusación infantil pero certera: “Mírela, esa tiene más pellejo al aire que yo, y si pudo entrar”. Llamé a su majestad el director de sede, cuya rimbombante voz me informó que en efecto, era imposible permitir el acceso al participante en bermudas, ya que la normativa y la moral y las buenas costumbres y bla bla bla (a partir de allí desconecté los oídos, no pierdo tiempo oyendo argumentos tan estultos). Decidí resolver la cosa de un modo más ejecutivo. Corte el discurso inquisidor del director y le pregunté que si alguien entraba en pantalones largos y luego adentro se quedaba en pantalón corto, sería perseguido y expulsado de la sede. Dudó un momento y me dijo… “bueno, eso es más difícil, supongo que no”. Colgué, y aprovechando que usualmente mi ropa interior es tipo boxer y que mi talla abdominal superaba notoriamente a la de mi colega, me quité el pantalón en la alcabala. Sin tiempo para explicaciones, se los di al participante y le ordené “Póngaselos encima de la bermuda y entre, rápido!” El colega, con mis pantalones sobre los suyos en facha cantinflérica, entró triunfante ante la mirada oblicua del vigilante, y una vez adentro, se los quitó; me los volví a poner, y asunto concluido.
Los vítores de la masiva acumulación estudiantil en la alcabala supieron a gloria… y entendí por que siempre las madres insten en que la ropa interior debe estar impecable “por si acaso”.
11 comentarios:
Usted es otros de lo que quiere que me boten del edificio. Ya por aquí son la 1:30 AM y me dio un ataque de risa al leerle.
Definitivamente en Venezuela aún se vive con lo de “El habito no hace al monje, pero el monje lleva habito.” Y en el mundo masculino profesional muchísimo más. Durante mi vida laboral, en nuestro país, me negué en redondo usar corbatas con sus camisas mangas largas y, de ser posible, almidonadas a no ser que fuera estrictamente necesario. Problemas los hubo, pero a la final me salía con la mía. Cuestión de zodíaco, decían las malas lenguas.
Anécdotas?…, por carretillas.
Maitena, esa maravillosa humorista argentina, escribió una vez que unos zapatos femeninos de más allá de 5 cm. no son zapatos si no una prótesis. Eso lo recordé al leerle. Y me volví a reír…
Todo lo mejor para Usted. Siempre.
PS: Es todo un honor conocerle.
PS1: Era Pola Negri.
Jose, lo peor de este asunto es que en mi casa, mi madre tiene la secreta fantasía de que su hijo se convierta algún día en un hombre que para ir a trabajar tenga que usar flux y corbata TODOS LOS DIAS. Es un asunto de estatus, de que si no es así, entonces no eres nadie (¿será que no ha visto a los cajeros de banco? No es que no sean nadie, pero se la pasan de corbata también).
Lo lamentable, en efecto es que ese fue el inicio de una pequeña "persecución" que terminó en una grave agresión contra mi autoestima: la única forma de que la señora dijera algo sobre mi aspecto, era cuando por casualidad tenía que vestirme como si me fuera a casar. De resto, siempre andaba "mal vestido", y ¡qué bolas tengo yo!
¡Qué te puedo decir!
Un abrazo.
muy buena a anécdota, mis respetos....quienes nos atrevemos a salir d eloc omun solemos ser tildados de irreverentes, pero sabemso que hacemos lo correcto. Gracias por deleitarnos con tan grato recuerdo, lo disfruté muchísimo.
El cuento me ha hecho reír muchísimo. ¡Ay Saldivia! ¡Quién te hubiese visto en esas lides en pleno Iufront? ¡Jajaja! ¡Que bella manera de escribir!
Cuando puedas, por favor, ve los comerciales de VH1 solo por las promociones que hacen de Miami Vice ¡son una maravilla! El slogan es: Policía Sport. Too much!
Un abrazo y varias carcajadas,
Cuquifalda!!!!!!
JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA!!!!JA JA JA JA JA JA JA JA!!!!
Coño tienes razon!!! de verdad que hay unas chenchas que provoca matarlas por lo bichas que son!!!!
JA JA JA!!!!!
No te he visto en persona pero tu descripcion de ti mismo es de lo mas grafica y me imagino la escena!!!!! el tipo esmachetado con unos pantalones talla ???????
Me acuerdo cuando comenzaron a multiplicarse las historias de los asaltos en Caracas, siempre habia una que me llamaba la atencion y era la de que habian asaltado el restaurant tal en pleno almuerzo y habian desnudado a los comensales, dejandolos solo con la ropa interior sentados en el piso y bla bla bla, y yo comence a mortificarme por el estado de mi ropa interior, no fuera que me agarraran con unas pantaletas medio feitas, ja ja ja!!!!
Ahora seriamente, (despues de reirme sin parar 10 minutos)
Yo creo que cada lugar tiene su "etiqueta" si bien no creo confundirlo con mojigaterias.
Un ambiente creativo artistico definitivamente no es el lugar para flux y corbata, pero si mi banquero me recibe en mangas de camisa me frickeo y cierro la cuenta.
Si voy al teatro, procuro arreglarme un poquito porque pienso que detras del espectaculo hay mucho esfuerzo y eso merece una deferencia de mi parte, de mas esta decirte que aspiro lo mismo del que me acompañe, que de nuevo, no tiene que ser necesariamente flux y corbata, pero definitivamente chores y franela ni de vaina.
Cuando voy por la autopista CCS-La Guaira y veo a los tipos sin camisa manejando, me provoca darles con un rolo en el cerebro, de verdad me dan verguenza y me parece que habla muy pero muy mal de quienes somos.
Cuando estoy en un velorio y veo llegar a una con la barriga afuera y el pantalon tipo cuquipantalon, me pregunto si ella tiene idea de donde esta, no se pues, no vaya a ser que el muerto se levante.
Hay lugares que claman por cierto decoro, no?
Sere anticuada? quizas, pero nunca se peca por ubicada sino por todo lo contrario.
El equilibrio, el sentido de la oportunidad y un pelin de manual de Carreño es lo que nos hace falta pienso yo.
Pues me alegro de que este tema, a veces espinoso, les haya resultado tan ameno! Existen algunos paradigmas en el vestir, cosa incluso de respeto, como bien lo acota sin anestesia, pero creo que el problema surge cuando la presión materna, laboral o social se atiene inflexiblemente a la norma tácita, al "librito", sobre todo cuando no resulta posible mudar el atuendo con rapidez. Cuando trabajé como profesor en horario nocturno, hace poco, a veces debía irme directo de la obra al aula (en transporte público, desde que los choros se llevaron mi carcacha), lleno de concreto y barro. Quizás alguien mas atildado hubiese optado por ir a su casa y cambiarse, aunque hubiese llegado tarde a la Universidad. Yo prefiero la puntualidad, pero respeto la otra posibilidad. Gracias por las opiniones!
Sal, dejame decirte que estas ultra comico ultimamente :-)
Ah... y dejame decirte, impuntual..JAMAIS!!!!(en franchute)
Prefiero los zapatos de barro.
Vaya, vaya. ¿Qué poder decir?. La vestimenta y la pulcritud son muy bien vistos. Pero, ojo: "muy bien vistos". Yo que maneja esto de la imagen y la construcción de mensajes en función de ella, puedo asegurarles que es una gran traba mental la que tenemos todos los latinoamericanos con el tema saco y corbata. Un poco lo que dice Sin Anestesia, en un banco resulta imposible que un Gerente te reciba en pijamas, probablemente en una arepera sea un shock que nos atienda alguien en corbata. Es un asunto de percepción... Probablemente nunca se llegue a un acuerdo. Ojalá y nunca lo haya. Porque lo divertido es que cada quien se sienta cómodo con los trapos y harapos que lleva encima. Algo les puede decir, eso otorga seguridad.
Graciosa y sugerente tu crónica
No sabía que era Habilidad andragógica, pero creo que ya lo sé (google todo poderoso...)
Mis reflexiones:
1. No cuestiono el hecho de prohibir pantalonetas o cachuchas en los estudiantes, creo que cuando uno hace parte de una institución, debe asumir su rol. Lo que cuestiono es el hecho de que una organización se rija a ciegas con un manual, ello creo la hace anacrónica, no por lo que diga en dicho manual, sino por la inercia a los cambios.
2. Un portero aquí y en Katmandú, por lo regular tienen instrucciones imprecisas, y me parece que ello es intencionado, en el sentido de tener una cuartada por si hay algún tipo de segregación, la responsabilidad recaiga sobre dicho portero.
3. Sobre los “imaginarios”, me gusta esa palabra, creo que lo que uno cree saber sobre algo, es eso, un imaginario, una pintura matizada por nuestros filtros, creo que lo que uno busca es construir imaginarios sofisticados que no busquen sectarismos, lo malo es que para otros sus imaginarios son rasero para calificar a otros.
Mira, como latinos o sudacas tenemos un halo de chabacanería, buena vida y malicia, y está bien, tu hablas sobre la imagen del Venezolano y te reís de ello, caso contrario pasa con mis coetáneos, como Colombiano, y sin exagerar somos para muchos, ladrones, narcos o putas; El tema es tan serio que en nuestro país, ya hay una campaña de de gobierno para “matizar” esa idea en el mundo, dicha campaña se llama -Colombia es pasión-.
Bueno, no extiendo más, Chao, un abrazo.
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