20 octubre 2006

Soy gocho, montañés y rural, a mucha honra.


Cuando era niño, escuchaba mucho una empírica correlación geomorfológico-caracterológica, que pregonaba que los habitantes de tierras montañosas son cerrados, tímidos e introvertidos por la ausencia de amplitud en el horizonte, en contraste con la franqueza, extroversión e impulsividad de los nativos de la tierra llana de ilimitado horizonte. No se que tanto haya de cierto en ello, ni de donde nació ese empeño de retratar al montañés como una especie de semisalvaje hosco. Lo que si puedo aseverar es que así como “la cabra tira p’al monte”, en términos generales los gochos tiramos pa’la montaña. Es una suerte de magnetismo atávico que nos impulsa a reencontrarnos con los escarpados paisajes y las vivencias que poblaron nuestros años mozos, magnetismo al cual no soy ajeno. Por el contrario, sigo su influjo con orgullo y placer.

Disfruto, como no, de los encantos de la playa, de las ventajas de la vida urbana, de la contrastante belleza de los paisajes desérticos, de la exuberante vitalidad de las selvas… pero nada me conmueve ni extasía como las montañas. En la tradición china, la montaña simboliza la elevación espiritual, el encuentro con el cielo. Y eso es exactamente lo que siento cuando me sumerjo en la contemplación de un paraje montañoso. Puedo permanecer por horas siguiendo las evoluciones de los patrones luz-sombra sobre las faldas, las metamorfosis de las nubes, las variaciones en los tonos desde verde hasta gris plomo según la distancia a la que esté la vertiente y la orientación de la luz, el inesperado brillo plateado de las hojas del yagrumo… y también disfrutar de gozos mas terrenales como la sencilla, abundante y sabrosa comida que suele acostumbrarse ingerir en estos parajes, con el aliciente de ese frío natural que abre el apetito.

Quizás, como dijo alguien que conozco, esas cosas sean “puras pendejadas”. Pero creo que cada quien es libre de disfrutar de las “pendejadas” que prefiera, ya sea jugar Playstation, leer a Corín Tellado o aprender lenguas muertas. Yo me escapo a mis montañas cada vez que puedo, y pocas veces me siento más auténtico que en tales ocasiones.

La foto fue tomada por Pablo hace pocos días, en el estado Mérida.

10 comentarios:

Sin Anestesia dijo...

Hola Sal, que bueno tenerte de regreso.
He vivido toda la vida en Caracas pero entiendo perfectamente lo que quieres decir con eso del magnetismo atávico. A mi me pasa igual, me gusta la playa, la selva, pero las motañas tienen algo mágico que me trastoca.
Una vez viajé al norte de Italia, donde estan Las Dolomitis que son los Alpes Italianos, cruzamos un cañon metido entre las imponentes montañas rocosas, "el paso Gardena" se llamaba y te juro que creí que me iba a dar una vaina. El magnetismo es tan fuerte que casi que te diría que me produjo angustia. La sensación de pequeñez es muy arrecha.
Aquí en caracas volteo a ver el Avila a cada momento, me gusta agarrar la cota mil en el llanito para tener la montaña de frente todo el camino. Es de verdad un sentimiento alucinante.
Que tal el proyecto?

Jogreg dijo...

Mi experiencia más increíble en una montaña fue la de pasearme en burro desde San Rafael de Mucuchíes hasta el Tisure, trayecto en el que había que bordear todo un valle, luego subir una montaña, pasar por una "ventana" (el espacio creado entre dos picos cercanos) y luego bajar al valle de al lado. Fue de esas experiencias que repetiría muerto de risa.
Saludos,

Sin Anestesia dijo...

(Sal, tus comentarios en mi blog me hacen reir mucho ;-)

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

Don Saldivia:

Vivo entre montañas alpinas, con sus pueblitos como de cuento. Es increíble ver la magia de la luz, las hojas -ahora que es otoño-, la niebla, las vacas fotogénicas y cualquier cantidad de etcéteras.

Sé y entiendo lo que escribes. Arriba las pendejadas, no?

Todo lo mejor para ti.

PS: Dentro de poco nos tomamos algo, no?
PS1: Tu página se me puso coqueta, ya van como 5 veces que he intentado escribirte algo.
PS2: Sobre Aldemaro..., aún crees en las casualidades?

rafico dijo...

Cordial saludo

Yo soy hombre de campo también
Vivo en una región llamada Boyacá, los minifundios son el paisaje predominante.
Hace relativamente poco, las granjas y hatos incursionan a ser autosuficientes con sus alimentos, anteriormente lo que se acostumbraba, era que cada región se especializaba en un producto y solo en los mercados se proveían unos con otros sus alimentos (aún persiste esta tradición), solo que, debido a las intencionadas especulaciones de muchos, se evidencio que depender exclusivamente de este sistema era peligroso, así que como proyecto nacional, se está incentivando a que las fincas autosuficientes, orgánicas y respetuosas con el ambiente (limitando el uso de químicos, además cuidando y restableciendo la ribera de ríos).
Soy de los que pienso que las fincas y hatos no son solo unidades productivas, también son células culturales.

Entiendo el magnetismo de la montaña y el campo....

Te dejo una foto de mi pueblito
http://photos1.blogger.com/blogger/5779/1947/1600/pueblo.jpg
Y otra de donde vivo
http://photos1.blogger.com/blogger/5779/1947/1600/campos.jpg

PD
Ojalá todas las pendejadas fueran así...

Hasta pronto, un abrazo.

Naky Soto Parra dijo...

Mi querido arquitecto:

Yo que soy una loca, y que en rigor le huyo a todo bicho montañes, debo admitir que he sido capturada por su crónica. tanto como para no variar con usted.

Yo creo que la montaña, hasta pone más bonita a la gente ¡jajaja! Pero para mí, solo un rato, admito sin pruritos que muero por el mar.

Un abrazo con bachaquitos,

Cafecontorta dijo...

Gracias a todos por esos estimulantes comentarios!
Sina: Nunca he estado en las Dolomitas, pero se que tienen parajes impresionantes. El proyecto va viento en popa! creo que el viernes próximo es la preventa.
Jogreg: Esa experiencia en el tisure es bestial! yo tambien lo viví, y una vez me quedé en Los Nevados. Es otro mundo
Silma: Siento una sana envidia por el lugar donde vives, como de cuento. Y creo que muchas casualidades son causalidades. nos vemos pronto!
Rafico: Que bellos parajes! Colombia esun pais privilegiado en ese aspecto, esos tres ramales de la cordillera andina que lo surcan le dan una riqueza especial a sus paisajes. Algún dia te visito!
Hairybears: gracias
Naky: que bueno que logré capturarte! al leer tu post pensé en los altos de Santa Fe (saliendo de Puerto la Cruz), una montaña sabrosa con el mar a sus pies. imponente!

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Algo atávico e incontrolable siento cuando estoy cerca de una montaña.
Soy montaraz por encima de todo. Ahora vivo en un valle pero miro como animal salvaje a cuanta montaña me rodea.
Muy buen post.
Saludos.

Anónimo dijo...

para variar, totalmente de acuerdo. Y apoyo lo que dice Naky, debes publicar. No te lo pienses mucho...

Jani dijo...

Aunque he nacido bajo el sol de Oriente, en ese espacio de horizontes infinitos, olor a sal y pescado, gentes alegres y extrovertidas, he vivido tanto tiempo en Caracas que no siento que respiro hasta que veo el sol acariciar el Ávila.
Espero pronto viajar a El Tisure para conocerlo, más aún después de leer los deliciosos comentarios que aquí se han hecho del lugar.
Gracias por compartir sus experiencias con nosotros, los que todavía navegamos sobre la espuma del mar.