Doradas hileras de sabor sutil, protagonistas o acompañantes destacadas de la culinaria de estas tierras. Darle un mordisco a una mazorca es entender a Miguel Angel Asturias aunque nunca se le haya leído, es tender un puente hacia los saberes y haceres de los pobladores originarios de este continente, aunque no se tenga ni un cromosoma amerindio. Sin duda, el maíz sabe mejor como alimento que como combustible; alimento que se ha sabido adaptar a los enrevesados vericuetos de la evolución cultural de estas latitudes.
Quienes hoy hablan de la “cocina fusión” como una novedad del siglo XXI, quizás olviden que la hayaca, ya en el siglo XVI, fundía la autóctona masa de maíz con el europeo guiso de gallina, cerdo, aceitunas, pasas, alcaparras, almendras… y esa historia continúa hoy con platillos tan venezolanos como las arepas rellenas de queso amarillo, las cachapas con mozzarella o las empanadas rellenas de guiso de pollo, todo ello producto de adaptaciones y afortunados encuentros entre lo autóctono y lo foráneo.
Y nuestra herencia hombres de maíz se pone de relieve en una especie de venganza subrepticia y a la vez rasero social, cuando en la madrugada, tanto el bon vivant que regresa de un exíguo brindis con champagne y caviar beluga como el esforzado trabajador que viene de manejar un taxi coinciden en una arepera y piden al unísono “una de reina con guayanés, bien resuelta”.
3 comentarios:
Un jojoto chorreando mantequilla...uyyyyy que delicia!!
Me encanta como lo has escrito, es así de simple y grandioso a la vez, en serio que extrañaba tus letras, los santos escucharon mis plegarias. Un besito enorme.
nada como una pelúa o esta: rellena de mortadela con tomate, aros de cebolla y mayonesa... oh, la, la...
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