Un día fui a consultar a un
famoso taumaturgo que me auguró que yo, Zoyla Cegarra, llevaría una vida
fabulosa (o al menos eso creí entender).
El hecho de ganarme un importante premio en la lotería esa misma noche
me convenció de su infalibilidad, así que al día siguiente abandoné al
trabajólico de mi novio, dejé atrás mi vida gris y anodina de secretaria y
corrí a comprar boletos para viajes de placer además de ropa lujosa, perfumes
caros y todos los caprichos que siempre había querido darme sin que mis magros
ingresos lo permitiesen.
Al regresar, tres meses de
locura después, constaté que un anónimo hacker había vaciado mi cuenta
bancaria, dejándome en la quiebra.
Tragándome mi orgullo, volví a
casa para pedirle a mi ex que perdonase mi error juvenil y retomásemos la vida
juntos. Me abrió la puerta una mujer a quien yo conocía, Elba Chacón; compañera
de trabajo de mi ex novio, tan trabajólica como el… y que en el interín había
pasado a ser su esposa, como ella misma se encargó de informarme sin reflejar emoción
ninguna en su cara chata y fea antes de cerrarme la puerta en las narices.
Hoy, mientras rumio mi miseria
en el refugio de gente sin hogar en el que me encuentro; muerta de hambre y de
frío como condición permanente, mis días transcurren cavilando sobre que me
llevó a interpretar como “fabulosa” la expresión “de fábula”, que fue la que
realmente dijo el brujo y paso mis noches lanzándole maldiciones a Esopo, Samaniego,
La Fontaine y todos esos que escribieron y reescribieron la fábula de la
cigarra y la hormiga que hoy sufro.
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