14 abril 2006

Deconstructivismo y realidad

He seguido con curiosidad el interés que sigue despertando en Europa la arquitectura deconstructivista. Esta moda viene a ser, en mi criterio, el summum de la arquitectura como fashion, desprovista de toda connotación funcional, ambiental o social, huérfana incluso de matriz ideológica sólida más allá de las visiones personales de sus acólitos y los periclitados escritos de Jacques Derrida. Un hiato de caos en medio de una sociedad perfecta, donde todo funciona (al menos en apariencia) y la puntualidad y el orden están inextricablemente ligados a la matriz cultural. Me he encontrado con arquitectos que ejercen en Europa, y encuentran “fascinante” o “interesante” la tortuosa distribución urbana de los barrios marginales latinoamericanos, regida netamente por el azar y con un manejo rudimentario y precario del raciocinio en la ubicación. La ajenidad de esos contextos, tan distintos al ordenado paisaje urbano europeo les seduce, les arroba, como el desorden maximalista y barroco de Macondo fascinó a los severos suecos en los sesentas.

La insensatez del deconstructivismo y la estulticia de admirar porque si a los arquitectos Prima Donna que estropean ciudades con el aplauso de foca de sus majestades las revistas de arquitectura está muy bien discutida y planteada en el texto “Antiarquitectura y Deconstrucción” de Nikos Salíngaros, disponible en formato electrónico en el site
http://www.math.utsa.edu/~salingar/AAAD-Spanish.pdf

Lo que yo quiero recalcar es que la belleza de lo caótico, de lo trash, de lo abandonado está muy bien… si no te toca convivir con ella. Spencer Tunnick alabó la avenida Bolivar de Caracas porque “combina belleza y caos” pero ¿Por qué no se quedó a pasear por allí de noche, y compartir con lateros, jíbaros, hampones y malvivientes? ¿Vivirían esos urbanistas europeos que admiran la distribución de los barrios marginales en “la bombilla de Petare”, Mamera, “La Antena” de Barquisimeto o cualquier cinturón de miseria latinoamericano? Lo dudo mucho. Como dudo también que los adalides del deconstructivismo vivan en las ininteligibles obras de “arquitectura para revistas” que proyectan. Se mira y no se toca.



P.S. Quiero aclarar que el término “caos” se usa aquí como sinónimo de desorden, prescindiendo de las connotaciones de la teoría del caos.

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