10 junio 2006

El Planetario Humboldt


Tengo dos años viviendo en Caracas y todavía no había ido a conocer el Planetario Humboldt. Descuido imperdonable que hoy subsané con creces. Conocía la imagen de la edificación, una de las últimas obras del ilustre (y a mi juicio subestimado) genio de la Arquitectura Venezolana, Carlos Guinand Sandoz. Había leído sobre el proyector Zeiss que le da vida, había incluso recorrido los pasillos que rodean a la sala de proyección, pero no había presenciado la función. Hoy, aprovechando una rara tarde de ocio, pude por fin hacerlo.

La función es magistralmente conducida por un orador cuyos conocimientos de astronomía se ponen de relieve en su descripción de la bóveda celeste y sus astros. La simulación de estrellas y planetas es excelente, por lo visto los cuarenta y pico años de antigüedad del proyector Zeiss no le roban ni un ápice de excelencia a su desempeño. Y la sensación de observar un cielo nocturno cuajado de estrellas, como sólo puede verse si se acampa en un paraje solitario y alejado de la contaminación lumínica no tiene parangón.

Y aunque suene a cuña radial de los setentas, debo decir que todo esto se disfruta por la módica suma de dos mil bolívares!

Les recomiendo, al entrar, ubicarse en las butacas de la primera fila, reclinarse bien, fijar la vista hacia el cénit y disfrutar del asunto. Información sobre horarios en: http://www.dhn.mil.ve/Planetario.htm y una breve (y algo insulsa) reseña sobre la arquitectura del recinto en: http://www.el-nacional.com/revistas/todoendomingo/todo78/arquitectura.htm

3 comentarios:

Sin Anestesia dijo...

Gracias por el dato! Me voy a animar a visitarlo ya que dices que funciona bien el proyector.

Jogreg dijo...

Imperdonable es que yo vivo en Caracas desde que tengo uso de razón y tampoco lo conozco...

Naky Soto Parra dijo...

Mi estimado arquitecto:
¡Claro que es una belleza! Debo confesarte que generalmente me trae sentimientos encontrados. Ese espacio me recuerda indefectiblemente a mi abuelo Perucho, con quien fuimos varias veces y siempre era una primera vez, cada vez, todas las veces... Lo único comparable es una noche de oscurana en la península de Araya, miríadas de estrellas que terminana mareandote ¡jajaja! y unos tipos maravillosos, con sus caras llenitas de surcos profundos, aguzando la mirada y diciéndote: ¡Mire mija, mire pa'llá, allá están las lisas ¿las ve?! ¡vamos pué ahí salta zapatero! ¡a levá! ¡a levá que la osa ya no es mayor!

Un abrazo estelar,

P.S: ¡gracias por traerme recuerdos tan bonitos! ¡ah! ¡me encanta que vayas conociendo cosas que te concilien con esta ciudad! ¡Otro abrazo!