- Nada, nada, ya te explico, espérate, ya se me pasa, dame un minuto….
Diablos! ni asustarse puede uno, pensó “papi” cuyo nombre puede ser cualquiera. Si te suben las pulsaciones zas! El satélite monitor lo detecta y avisa al inspector de la zona, que de inmediato va y te las mide, y de paso te toma la tensión. Y si la tienes alta… bueno, o te quitan créditos de la libreta de racionamiento, o tienes que sobornar al tipo. Es cruel, pensó papi. Hay dinero para instalar más sistemas de vigilancia, colocar más cámaras, pagar más inspectores (con lo que cobran…. y encima hay que sobornarlos para que no te sapeen) reclutados entre los “cuerpos de gym” mas perfectos… pero no hay dinero para incentivar la producción de alimentos, y nos obligan a comer esos malditos sucedáneos que saben a mierda.
- Y entonces papi? No tuerzas los ojos, me asustas… ¿será que tienes estrabismo? Ay ojalá que no, que no estamos para que te quiten la licencia de manejar ¿Vas a comer?
Y papi se debate entre contarle o no a su media naranja el terrible pecado que cometió en la tarde, gracias al cual tuvo un encontronazo con Polisalud, del que se libró por los pelos. Mejor no, pensó, más tarde tal vez.
Mientras ambos engullían el paliducho coliflor (lo único real de la linajuda cena) gratinado con sucedáneo de queso y sucedáneo de mantequilla hipocalóricos, que sabían a aceite de carro, acompañado de una insípida y reseca rebanada pan de amaranto integral y jugo de sabor indefinible que recordaba vagamente a la bencina, papi pensaba lo loco que andaba el mundo, ahora que el combustible se hacía de maíz y la comida, de petróleo. Y recordó aquella niñez no tan lejana, de esponjosas tortas, de jugosas pechugas de pollo con champiñones, de pegajosa y adictiva mermelada untada sobre galletas de soda de harina blanca, de bistec jugositos con crujientes papas fritas, de merengadas de helado, de arepas con diablito…. Y se decidió a relatar en la mesa su vivencia vespertina.
Y le narró a su cada vez más horrorizada cónyuge como desde hace tiempo venía conspirando con tres compañeros de trabajo, de cómo se las ingeniaban para engañar el escaneo diario de colesterol, triglicéridos, ácido úrico y glicemia, de cómo organizaban concupiscentes y clandestinas orgías alimentarias en las que se atiborraban de carísimos manjares contrabandeados: pan blanco con mantequilla auténtica, chocolate con azúcar de verdad, canolis con crema pastelera, hamburguesas de carne de res no transgénica con tocineta real y otras prohibidas exquisiteces reservadas solo a la nomenklatura gobernante, de lo buena que había estado la orgía de hoy, en la que el Tato Gurriticoechea había llevado jamón serrano y queso manchego genuinos que sabrá Dios de donde sacó … y como, camino a casa, le había detenido sorpresivamente un agente encubierto de Polisalud, quien realizó un análisis de sus residuos interdentales, detectando varias sustancias prohibidas.
Una crispada voz, la de quien hasta hace minutos le llamara papi, le espetó:
- ¡Que bolas tienes tu! ¿Y como te saliste de ese rollo? ¿Como hiciste para que no te llevaran a reeducación alimentaria?
- ¿Reeducación alimentaria? Hay que tener riñones para llamar así a esa maloliente pocilga donde te privan de la libertad, te obligan a comer la peor basura artificial que existe y encima te insertan un maldito chip en tu cerebro para que aceptes que eso es lo adecuado para tu salud…
- Bueno pero ¿Cómo hiciste?
- Je, je, je…. Inventé una gran mentira y me coló… le dije que yo era el amante de la agente zonal anónima de polisalud en esta urbanización, y que habíamos almorzado juntos, y ella me había obsequiado algunos manjares… y por supuesto, la caballerosidad me impide revelar su identidad, y bueno, tu sabes, todo ese rollo machista, entonces el tipo me picó el ojo y me pidió “p’al café” (es increíble como aún se usa esta frase a pesar de que el café como tal dejo de ser accesible hace años, pensó papi)… y me dejo ir tranquilo.
- Ah… ¿Y como sabías tu que aquí la agente zonal anónima de polisalud es mujer?
- Bueno, no lo sé, ya te dije, lo inventé y acerté. Porque ¿Estás celosa?
- No, cerdo (la mirada de odio de Medea pasaba por un gesto dulce al lado de la cara de la airada mujer). Yo se que aquí la agente zonal es mujer, y no tiene ningún amante, ella no se rebaja a esas pasiones. ¿Y sabes porque lo se? Porque la agente zonal soy yo. Y tu mentirita me ocasionó un momento bien desagradable en el que tuve que darle todo tipo de explicaciones a mis superiores. Así que prepárate para la reeducación alimentaria, estás confeso.
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Escribí este ralato quizás (o mejor dicho, seguramente) bajo la influencia de varios estímulos que en ese sentido he recibido recientemente, y han hecho sinergia. Leí por ahí que ahora en algunos estados norteamericanos es ilegal venderle comida chatarra a personas obesas. En Venezuela hay una relevante escasez de alimentos (que por supuesto, el gobierno dice que es un invento mediático) que ha ocasionado que en algunas zonas de Venezuela ya rija la libreta de racionamiento, al mejor estilo castrocubano, cada vez hay más probabilidades de que el combustible del futuro no sea derivado del petróleo, me hice unos exámenes de sangre y aparezco con tan altos índices de colesterol, triglicéridos y ácido úrico que el médico no se explica porque aún estoy vivo, me tropecé con el film "Gattaca" en un canal del cable y por fin la vi, la relacioné con otroo film ("A Scanner Darkly") y con todo lo anterior y bueno... ahí está el relato. Se agradecerá la crítica!
3 comentarios:
¡Está muy bien! Felicidades. Dice mucho y tu aclaración da la nota perfecta. Luego intentaré explicar lo del paraguas rojo y se irá todo el romanticismo.
¿Reeducación alimentaria? Da terror imaginarlo. Aquí el Ministerio de Sanidad incidió en que para contrarrestar la obesidad infantil era aún más importante que la dieta sana la práctica diaria de ejercicio físico. Es tremendo pero los niños de hoy son muy pasivos y cómodos, la generación del videojuego.
Abrazos.
No se si decir que me gustó tu relato o que me austa por los rasgos premonitoiros que oudiera tener. Me ha gustado volver a pasearme por tu blog y descubrir nuevos y fascinates posts. Seguiré viniendo y espero tu visita.
Si no estuviera viviendo en Venezuela este veinticuatro de febrero de dosmil ocho a la una y cincuenta de la tarde, probablemente disfrutaría de esa pieza de ciencia ficción que te has disparado. Pero esa mezcla entre 1984, Mad Max y Polisalud, crispan los pelos. Ayer en El Nacional el encargado de negocios editoriales de Google señalaba que este buscador no va a parar hasta señalarte dónde dejaste botadas las llaves de tu carro. Y eso, más que alegría me comienza a dar temor, porque empezaremos a dejar de ser humanos para terminar de convertirnos en lo que ya somos: una inmensa masa de voraces consumidores "que no para de crecer".
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