1) Los todopoderosos motorizados: En Venezuela, y sobre todo en Caracas, no hay cosa mas parecida a una patente de corso que una moto. Hasta el cacaseno mas tímido y servil, al montarse en sus dos ruedas se siente "el papá de los helados" y sin compasión se come semáforos, circula en contravía, viola las leyes de tránsito, corre a 160 Km/h en rutas donde la velocidad maxima permitidas es 40 Km/h y comete todo tipo de desmanes. Lo curioso es que cuando tu, en buen tono, le llamas la atención a un motorizado sobre alguna barrabasada que acaba de cometer, te insulta con palabrotas que ni siquiera sabías que existían, te agrede, y por algún método extrasensorial que ignoro, convoca a otros motorizados que te cayapean y amedrentan con sus cadenas en la mano, su aliento de perro muerto y su cara de criminales. Dios guarde que se te ocurra decirles alguna palabra que les suene fea u ofensiva (algo asi como "abusador"), sus sacrosantas majestades se sentirán ofendidas y como mínimo te rayarán la pintura del carro mientras profieren toda clase de insultos, con la seguridad de que en Venezuela no hay ley para ellos, protegidos como están por... bueno, para que decirlo, verdad?
2) Los cajeros bancarios: En medio de ese soporífero ambiente hediondo a desinfectante barato que impera en las agencias bancarias, el síndrome se presenta de modo más sutil, traspasando el imperio de lo verbal. Su eminencia el cajero por definición siempre te mirará por encima de su hombro, se demorará el tiempo que le de la gana, te lanzará la libreta por el miniagujero de la taquilla con una combinación de desprecio y puntería y te dará la denominación en billetes exactamente opuesta a la que le necesitas (calderilla si le pediste billetes de alta denominacion, y los de mas alto valor si le pediste sencillo). Pero... más te vale encomendarte a la Santísima Trinidad, Júpiter, Oshun o la deidad en la que creas, si tienes la genial idea de sugerirle educadamente al cajero que se de prisa ya que tiene 47 minutos recontando 12 billetes, o que mejor se pinte las uñas despues de que te haya atendido. La transformación de un gris empleado de medio pelo en la personificación de la mítica medusa es algo que recomiendo no presenciar. Aparte de los comentarios despectivos (que oirás a medias debido al tono con el que son proferidos y al vidrio que te separa del cajero de marras) y las miradas de odio, caerás en una espiral sin fin de formularios de quejas, conversaciones con gerentes, diálogos infructuosos con personas que detentan cargos de nombre imposibles como "Delegado de seguridad bancaria interinstitucional compensatoria de la captación clientelar ante la superintendencia", actitudes de desprecio por parte de los vigilantes y las fregonas y lo peor: quedarás marcado como cliente conflictivo y en las siguientes oportunidades, los tiempos de atención se duplicarán, en medio de risitas mal disimuladas y comentarios velados llenos de sorna.
Y bueno, se quedan en el tintero como 10 ejemplos mas, solo que al reller acabo de darme cuenta que cualquiera podria pensar que tambien a mi se me ha contagiado el síndrome...
3 comentarios:
Tienes toooooda la razón y cada vez será peor, la anomia nos está devorando y esta ciudad se esta haciendo invivible, y lo peor, estamos acostumbrándonos a que nos traten mal, pero ¿sabes qué? Estoy HARTA de que me traten mal, cada vez me la calo menos, cuando no me gusta como me hablan lo digo y más si estoy pagando un servicio.
Es una constante actualmente, yo me mude de Venezuela hace 9 años ya, y te digo, que he notado como esas cosas se han acentuado, es triste pero cierto, cuando voy a Venezuela soy de las que ignora esas situaciones y no me quejo (porque si me quejo para eso no voy y punto), pero he tenido con Motorizados y cajeros bancarios unas experiencias que le pondrían los pelos de punta a cualquiera, y eso que no vivo continuamente allí, así que imagínate.... besitos para ti.
Te comento o me como todas mis letras?
Todo lo mejor para ti.
Publicar un comentario